viernes, 21 de octubre de 2011

Nos despedimos de Nepal en Lumbini

Estando en Lumbini, lugar de nacimiento de Shiddhartha Gautama, padre del budismo, nos hemos enterado del comunicado de ETA en el que anuncia el cese definitivo de la violencia. Nos hubiera gustado mucho estar ahí, viviendo este momento histórico, pero, pese a que estamos tan lejos, queremos compartir nuestra alegría con todos vosotros.



Lumbini es pobre, polvoriento, hace mucho calor y está llena de mosquitos que, en ocasiones, hacen de las suyas. Al llegar aqui dejamos atrás el Himalaya, para encontrarnos con una vasta llanura de arrozales y árboles de mango, que se pierde en el horizonte. No solo el paisaje ha cambiado, sino también sus habitantes. Su piel es más oscura y las mujeres llevan los saris de colores más vivos.Se nota que estamos muy cerca de la frontera con la India. Tan cerca, que mañana nos despediremos de este país que tanto nos ha gustado, para adentrarnos en otro mucho más extenso, y que nos atrae tanto como nos asusta.

¿Qué es lo que más nos ha gustado de Nepal? Sin duda, las altas cumbres son su atractivo turístico y lo que a nosotros más nos ha cautivado. Cerca de ellas hemos vivido momentos muy emocionantes. Pero también la locura de Kathmandú, y sobre todo la comida. Los increibles desayunos en una bakery de Thamel y las comidas en Mitho (que en nepalí significa "delicioso") donde coincidimos con Leonardo, un uruguayo afincado en Portugal, con el que casi nos partimos de la risa cuando nos empezó a contar anécdotas de sus innumerables viajes a lo largo y ancho de este planeta. Las conversaciones alrededor de una estufa de leña en Langtang con gente de todas las nacionalidades. Aquellas cervecitas al atardecer a orillas del lago en Pokhara. Las conversaciones con los nepalíes en los autobuses locales, y en las plazas...Las sonrisas de los niños que nos miran con curiosidad y juntan las palmas de las manos mientras nos saludan con un "Namaste" o "Hello"...Y tantas otras cosas...

Supongo que este país nos ha enamorado, aunque también tenemos decir que las carreteras son un horror (sobre todo después del monzón); que los buses locales resultan divertidos un rato, pero son terriblemente incómodos; que el concepto de limpieza no es el mismo que podamos tener nosotros; y que la sensación que te provoca cuando visitas algunas poblaciones o ciertos barrios de ciudades grandes, es que todo está destartalado...en fin, nada es perfecto.

Mañana cogeremos un tren que nos llevará a Benarés porque queremos comenzar con el destino más "suave" de toda la India, ja, ja...Aquí, en Lumbini, nos han dicho que quien puede con la India puede con cualquier país. Así que ¿Podremos nosotros con ella o ella con nosotros?

Trekking en el Parque Natural de los Annapurnas


La verdad es que no queríamos irnos de Nepal, sin hacer otro trekking con buen tiempo y, en definitiva, en otras condiciones. Habíamos leído que el trekking de Jomson era muy fácil y que se podía hacer tranquilamente sin guía, lo que nos permitiría tener más libertad a la hora de decidir cuándo parar y además nos saldría más barato (aunque hay que decir que los permisos son bastante caros). Así que, ahí que nos lanzamos.

Sin embargo, al hacerlo a nuestro aire, y como hay muchas opciones de rutas, fueron surgiendo algunos cambios por el camino y al final se convirtió en una mezcla muy resultona del trekking de Jomson  y el de Ghandruk.

Comenzamos en Nayapul, población que se encuentra a 30 km. de Pokhara y a la que fuimos, como casi siempre, en bus local. Salimos a las 6 de la mañana, y dos horas más tarde, comenzamos a caminar. Teníamos claro que en este día no íbamos a poder salvar los 1.700 metros de desnivel que hay hasta Ghorepani, pero sí que queríamos pegarle un buen mordisco para que el camino nos resultara más llevadero al día siguiente. Así que tres horas después paramos en Tikhendunga. El dueño de la guest house era un tipo majísimo y estuvimos un buen rato de charla con él y con dos chicas israelíes que también se alojaban allí.

Al día siguiente fuimos de Tikhendunga a Ghorepani, situado a 2800 metros de altitud. El camino está salpicado de pueblecitos y lugares donde parar a tomar algo o simplemente descansar a la sombra. Para alcanzar el pueblo de Ulleri tuvimos que subir la friolera de 3280 escaleras de piedra y luego ascender algo más suavemente atravesando la selva para llegar finalmente a nuestro destino, 900 metros más arriba. Así que la última hora de las siete horas que nos costó realizar este camino íbamos casi a rastras. Y pensar que esta gente de la montaña, pastores, porteadores, los niños con sus uniformes impecables que van a la escuela, hacen todo o parte de este recorrido a diario...


La nueva jornada, comenzó especialmente temprano, ya que habíamos quedado a las cuatro y media con un francés, una belga y dos holandesas (parece un chiste, pero fue así) que conocimos en Ghorepani, para ascender a un lugar llamado Poon Hill, situado a 3200 metros de altitud y contemplar desde allí el amanecer. Asi que tres cuartos de hora más tarde, y siguiendo a la belga a un ritmo frenético, ya estábamos en este mirador natural que nos ofreció una de las imágenes más alucinantes que nuestros ojos han podido contemplar hasta el momento: según iba amaneciendo, y el sol cogía fuerza, podíamos ver emergiendo de un mar de nubes, de izquierda a derecha el Gurja Peak (7191 metros),los Dhaulaguiris, del que sobresalía su cima principal de 8172 metros, el Tukche Peak (6920 metros), el Dhampus Peak (6012 metros), el Nilgiri (7061 metros), los Annapurnas, con el Annapurna I (8091 metros) y el Annapurna Sur (7219 metros),el Hiumchuli (6441 metros), el Gangapurna (7455 metros) y, para finalizar el Machapuchare (6997 metros) con una nitidez y cercanía absolutamente increíbles. A pesar del frío, nos quedamos un buen rato allí, sin poder despegar la vista, como si esas moles nevadas ejercieran una atracción sobre nosotros. Es una de esas imágenes que permanecerán imborrables en la memoria.

Después de desayunar, tras superar un alto de 3180 metros observando nuevamente especulares vistas, llegamos a Bhantanti. Por el camino, en una las paradas, nos dieron a probar queso de yak, del que dimos buena cuenta. Como nos pusieron el caramelo en la boca, compramos un buen trozo, que nos sirvió acompañado de chapati para desayunar unos cuantos días. De aquí a Tadapani, todo debía ser bajada, pero como aquí, nunca nada es lo que parece, al final había una subida de padre y muy señor mío. Las últimas dos horas de este recorrido transcurrieron por una selva muy cerrada, que parecía que en cualquier momento nos iba a engullir, como decía Silvia en alguna ocasión: "el infierno verde". 

 

Una mañana más, amanecimos con un tiempo espléndido. Nada más comenzar la ruta, un cartel en inglés que acojona: peligro, no adentrarse sólo en la jungla. Lo cierto es que no nos encontramos mucha gente durante este tramo, pero con la suficiente para poder superar el susto que supuso el cartelito de marras. Esta vez sí, y sin que sirva de precedente, el recorrido fue todo de bajada hasta Ghandruk, un pueblecito precioso habitado por nepalíes de la etnia gurung, y en el que probamos el vino local y la cerveza de arroz.

Finalmente llegamos a Birethanti donde pasamos lo que queda de ese día y la noche, para, al día siguiente ir a Nayapul  y coger el autobus local que nos llevó a Pokhara de nuevo.
Las dos horitas que Jon pasó en el autobus local de pie y medio mareado no fueron demasiado agradables, pero que todo lo malo sea eso.

Este trekking ha sido lo que esperábamos que iba a ser el anterior: recorrido exigente, pero disfrutando del buen tiempo, excelentes vistas y la amabilidad de la gente de este gran país que es Nepal.

martes, 11 de octubre de 2011

Pokhara

Hace un par de días que llegamos a Pokhara, y para cubrir la distancia desde Kathmandu hasta aquí (220 km.) tardamos siete horas y media, con un par de paradas para ir al servicio y comer. Así que ésto permite hacerse una idea de cómo son aqui las carreteras. Y eso que ésta es de las buenas, aunque claro, también hay que ver por dónde va... Esta vez pillamos bus turístico y las piernas de Jon notaron la diferencia

Cada vez que llegamos a un nuevo lugar, lo primero que hacemos es buscar alojamiento. Esta vez nos resultó bastante sencillo, ya que en la misma estación de autobuses había un montón de personas ofreciéndonos hoteles. Tras hacer caso omiso a unos cuantos, uno de ellos nos propuso llevarnos en taxi a su hotel y que, si nos gustaba y nos quedábamos, él pagaba el taxi. Nos pareció razonable y de momento, ha sido el mejor sitio en el que nos hemos alojado y por algo menos de 6€ la habitación.

Lo primero que notamos al llegar a Pokhara fue un intenso calor. Una vez que dejamos todo en nuestra habitación, al atardecer, salimos a estirar las piernas y llegamos hasta el lago. El paisaje es espectacular, colinas de exhuberante vegetación caen hacia el lago salpicado de barquitas de colores vivos. Y más arriba, las cimas nevadas del Himalaya, con el Machapuchare y el macizo de los Annapurnas, que en los días claros se reflejan en la superficie del lago, (aunque sólo lo hayamos visto en las miles de fotografías que nos ofrecen los vendedores ambulantes). Y si todo ello lo acompañas con una cervecita... Qué poéticos nos hemos puesto, ja, ja...


Por la mañana, tempranito, a eso de las siete y media (aquí nos levantamos antes que cuando íbamos a trabajar, ja, ja...) alquilamos una barquita y nos dimos una vuelta por el lago. Durante el paseo, el barquero, un chaval de 19 años, nos propuso una excursión para el día siguiente: visitar la Pagoda de la Paz Mundial. Teníamos toda la mañana por delante, así que decidimos ir a ver una cascada y una cueva que nos había recomendado el dueño de nuestro hotel. Como suele ser habitual, fuimos caminando. Grave error. El calor era insoportable y, como todavía no estamos acostumbrados (la que nos espera...), lo pasamos muy mal durante esa hora. Lo único que mereció la pena de ese arduo paseo, fue que pudimos realizar unas bonitas fotografías, porque , tanto la cascada como la cueva, nos parecieron las típicas atracciones para turistas sin demasiado interés. Después de lo visto, cogimos un taxi para no achicharrarnos definitivamente.




Hoy ha sido nuestro mayor madrugón hasta el momento. El despertador ha sonado a las cuatro de la mañana. Como para subir a la Pagoda de la Paz Mundial, hace falta cruzar todo el lago , habíamos quedado con el barquero a las cinco para subir a este templo budista. Nos habían dicho que las montañas cogían color dorado a la salida del sol, pero la niebla nos ha impedido ver este espectáculo. Hemos esperado como una hora a ver si levantaba, pero no ha sido posible. Hemos tenido tan mala suerte que ni tan siquiera hemos podido ver las fantásticas vistas que desde esa colina se observarían en un día despejado. La naturaleza es caprichosa y ante eso nada se puede hacer.

Ya tenemos los permisos para hacer un nuevo trekking por el Parque Natural de los Annapurnas y mañana salimos hacia allí. Estaremos como una semana por el monte, así que hasta entonces, ésto es to, ésto es to, ésto es todo amigos!...

jueves, 6 de octubre de 2011

Bhaktapur y Dhulikel

Hemos pasado dos días en Bhaktapur. Desde Kathmandú hasta este lugar, no hemos tardado ni una hora en el bus local, pero también hay que decir que había muy poco tráfico para salir de la ciudad, porque en estos días los nepalíes celebran el Dasain, una de sus festividades más importantes. Es algo similar a la Navidad para nosotros. Así que la mayoría ha abandonado la capital para ir a su pueblo de origen.



A nosotros esta fiesta nos ha coincidido en Bhaktapur y hemos podido ser testigos de la música, cánticos, ofrendas y sacrificios de animales que se producen en calles y templos. Todo ello en un escenario mágico que te transporta varios siglos atrás en el tiempo, y que te permite imaginar el esplendor de una época ya pasada.





Lo que resulta más sorprendente es que los edificios, las esculturas, todos ellos de gran belleza, se encuentran al alcance y para disfrute tanto de los locales como de los turistas. Y además se convierten en un lugar de reunión para ellos. Es como quedar en el Boulevard de Donosti, ja, ja...
Te sientas en uno de esos templos, siempre a la sombra y ves a las familias tomando un helado, a los niños haciendo volar sus cometas, a los adolescentes flirteando y jugando con el móvil, y a los turistas haciendo fotos... A simple vista parece muy diferente, pero en el fondo tenemos comportamientos muy similares.

Nos llama la atención que practicamente todas las actividades de su vida cotidiana, se desarrollan en plena calle. Sin embargo, las manifestaciones de cariño, tales como besarse en la boca, según tenemos entendido, no están bien vistas.

Ayer por la tarde nos dedicamos a visitar las tres plazas principales del pueblo. Al llegar a la última, nos encontramos con una gran aglomeración de gente, situada en las alturas y en los laterales de la calle, que parecía estar esperando a que algo sucediera. De repente, vimos que la gente echaba a correr como asustada, y claro, nosotros sin saber muy bien qué estaba pasando también echamos a correr (por si acaso). Casi nos perdemos el uno del otro. Y entonces le preguntamos a uno de un puesto de agua: "What is it?" "Bull Festival". Jode, pues resulta que consiste en soltar un toro por la calle, como parte de un ritual religioso. Así que por poco corremos un encierro en Nepal, ja, ja... Aquí cada día es una sorpresa.

Nos ha dado mucha pena dejar esta ciudad, llena de encanto y de gente amable que se sienta a nuestro lado y nos pregunta qué opinamos de Nepal y sus habitantes. Es gracioso ver cómo cada vez que nos ponemos a mirar las fotos que hemos hecho, siempre se acerca algún curioso o se forma algún corrillo a nuestro alrededor y acabamos echando unas risas.

Si algo está quedando claro, es que a veces no conocer el idioma puede suponer alguna dificultad, pero si sonríes, ellos normalmente te responden con otra sonrisa y ya no es necesario nada más.



Después de estos dos días en Bhaktapur, nos hemos dirigido a Dhulikel. La carretera es buena y hemos llegado en menos de una hora. El bus local iba lleno y el cobrador nos ha sugerido que viajáramos en el techo, pero ya hemos tenido más de una emoción fuerte y nos hemos negado. Por lo tanto, ha tocado de pie y en el pasillo. Nuevamente nos han vuelto a ayudar, sujetándonos las mochilas para que no se nos caigan al suelo e incluso ofreciéndonos asiento cuando alguno queda libre.

Dhulikel ha sido para nosotros bastante decepcionante. Habíamos leído, que además de ser un lugar que ofrece unas bonitas vistas del Himalaya, el pueblo en sí merecía una visita por ser una aldea newar. No es por nada, pero la única atracción turística que tenía el pueblo éramos nosotros. Desde que llegamos a Nepal nunca nos habíamos sentido tan observados. Sí que es cierto que en algunos lugares nos miran y nos sonríen, pero es que aqui era demasiado descarado, hasta el punto de sentirnos un poco incómodos. Aunque quizás sea cosa nuestra...

Por la mañana, hemos visitado dos templos y hemos dado un paseo por el pueblo. Y por la tarde, hemos subido a la azotea del hotel donde nos alojamos para ver la vista de las montañas que tanto nos habían recomendado. Pero como había bastantes nubes, tampoco se veía demasiado. Las expectativas eran altas porque allí estábamos los "cuatro" huéspedes del hotel.




Para rematar el día, la habitación era un horror. Movimos una silla y detrás ¡sorpresa! un calzoncillo ¿usado? La cisterna del baño perdía agua. En cuanto a la decoración, el dueño del hotel, tenía fotografías por toda la casa, incluída nuestra habitación, de un señor con pinta de ser el gurú de una secta, una mezcla entre Maradona y Gadafi, ja, ja... Por último, en la mayor parte de las Guest Houses en las que nos solemos alojar, no hay ni toallas ni papel higiénico. Algo que nos parece muy normal, si tenemos en cuenta, que estamos pagando entre cinco y nueve euros la habitación doble con baño. En este hotel, después de enseñarnos la habitación, y pese a todo decirle que nos quedábamos, nos comenta muy amablemente que nos va a subir una toalla, ¡Qué lujo! Ojalá no la hubiese traído. Estaba llena de pelos y lamparones, así que se quedó exactamente en el mismo sitio en donde nos la dejó.

Y seguimos vivos después de todo...












miércoles, 5 de octubre de 2011

"Vamo, solouli, y cuando Shiva quiera"

Hace dos días que llegamos nuevamente a Kathmandu, tras finalizar los diez días de trekking en Langtang. Y hoy es el primer día desde que llegamos a Nepal que no ha llovido ni una gota, ¿se habrá terminado el dichoso monzón de una vez? Esperemos que así sea porque estamos un poco hartitos del tema. Aqui todo el mundo dice que le quedan un par de  días, pero venimos oyendo ésto desde que llegamos.

El caso es que a consecuencia de la lluvia, hemos tenido algún que otro contratiempo, por llamarlo de alguna manera. Empezando por los viajes en autobús local, tanto de ida como de vuelta; así como durante las caminatas.

Comenzaremos por explicar un poco por qué hemos titulado así este artículo. Aunque hay gente que lo hace por libre, nosotros contratamos un guía-porteador, porque no nos sentíamos capaces de realizarlo de esta manera. Y menos mal. Nuestro guía-porteador se llama Thakur. Tiene 57 años, probablemente pese menos de 50 kg, pero es capaz de cargar la mitad de su propio peso, sino más y andar en chanclas por esos caminos de Dios, durante horas, sin inmutarse. Además de la edad, tiene el handicap de que apenas sabe hablar inglés, y eso le ha dificultado a la hora de encontrar trabajo como guia, que es lo que a él le hubiera gustado ser. La cuestión es que como de vez en cuando parábamos a descansar (y él a fumar), para reanudar la marcha, Thakur nos decía "Vamo" y luego "Soluili, soluili", es decir, que fuéramos poco a poco. Y así, cada día. Respecto a Shiva, en la estación de autobuses de Kathmandu, se nos ocurrió preguntarle cuándo dejaría de llover y él no se lo pensó ni un segundo: "Shiva está pensando y dejará de llover cuando Shiva quiera". Y no quiso. Así que solíamos bromear a menudo con él sobre las intenciones de Shiva.
Queremos que este artículo sea un homenaje a este buen hombre, padre de siete hijos y con una historia un poco triste, que nos contó al calor de una estufa de leña, así como a toda esta gente de la montaña que a pesar de las duras condiciones en las que viven, siempre tienen una sonrisa en los labios y están dispuestos a ayudar a cualquiera que se encuentre en apuros. 

Este es Thakur, que siempre posa para las fotos

En cuanto al trekking, ha habido de todo. Momentos buenos y malos, como todo en la vida. Sólo que últimamente creemos que los fenómenos naturales nos persiguen. Aunque no lo habíamos comentado con anterioridad, a los tres días de llegar a Nepal, nos sorprendió un terremoto de cierta magnitud, que pudimos sentir perfectamente. Pasado el susto inicial, llegaron las lluvias, que si bien en la ciudad no han causado más que las incomodidades propias de este fenómeno, en la montaña, las consecuencias han sido bien diferentes: grandes desprendimientos y fuertes crecidas de ríos. Todo ello ha supuesto que nos viéramos envueltos en alguna que otra situación complicada, teniendo incluso que decidir en una ocasión no continuar por el peligro que suponía el cruzar uno de esos torrentes de agua, que te vas encontrando cada dos por tres por el camino.
Dadas las circunstancias, nos llegamos a plantear que no queríamos seguir en esas condiciones. Sin embargo, seguimos la filosofía de Thakur, que dice que hay que vivir el momento y que las circunstancias siempre pueden cambiar con el nuevo día. Y así fue. A la mañana siguiente, amaneció con un sol radiante y pudimos contemplar al final del valle las altas montañas nevadas que tantas veces habíamos soñado ver.


Los dos días siguientes, en los que estábamos a partir de 3000 metros, hizo buen tiempo y cuando llegamos a nuestro destino, Kyanjin Gompa, un pueblo mayoritariamente habitado por tibetanos exiliados, pudimos descansar un día y apreciar esta parte de la cordillera del Himalaya en todo su esplendor.




A la vuelta, es cuando pudimos apreciar los enormes desprendimientos que se habían producido  y que en algunos casos incluso taponaban el curso del río, dada la magnitud de las rocas que habían caído. El camino, en algunos tramos estaba en bastante mal estado, pero afortunadamente, no llovió tanto estos últimos días del trekking, por lo que anduvimos más tranquilos y pudimos apreciar mejor el paisaje que nos rodeaba.


Nuestro único temor era cómo estaría la carretera para volver a Kathmandú, teniendo en cuenta que la distancia hasta Dhunche son 120 km. y en la ida tardamos diez horas en llegar y sin parar de llover. Fueron unas siete horas en autobús, dando unos botes que, sin exagerar, pegábamos casi con la cabeza en el techo. Al principio, nos hacía gracia, pero la risa se fue tornando en desesperación. Encima, de repente, nos dicen que tenemos que bajar del autobús, andar durante un tramo por la carretera, que se había convertido en un barrizal, y nos meten en un camión durante una hora, petado de gente, sacos, cabras, etc,.. y para rematarla otro autobús.¡Qué divertido! ¿verdad? Nuestro pequeño " Pekin Express"...

¿Dónde está Jon?
La vuelta fue algo mejor, tardamos una hora menos, ¡todo un logro!, ja, ja...












Thakur, Jon, Silvia y Julian
                                                                                                                                           Hemos conocido a mucha gente y compartido experiencias, sobre todo en los albergues de montaña. Ya que al finalizar el día, todos nos reuníamos en una sala común para cenar, al calor de la estufa. Aquello parecía la ONU, israelíes, chinos, japoneses, australianos, americanos, de Zimbawe, de Dubai, etc...Mención especial para Julian de Boston y su guía nepalí, con los que recorrimos gran parte del camino.    

                                                                                                                                                             
Bus local, ¡uf! por lo menos no nos tocó en el techo