miércoles, 18 de abril de 2012

Ao Nang y alrededores

Elegimos el alojamiento en Ao Nang por las buenas críticas que la gente había hecho en internet. Todo el mundo decía que el matrimonio que lo regentaba te hacía sentir como en tu propia casa y que te trataban como si fueras uno más de la familia. La única pega que le ponían es que se encontraba bastante lejos del centro del pueblo y la playa. Normalmente no solemos hablar en exceso de los lugares en los que nos hospedamos. Son tantos los hoteles en estos siete meses, que parecen no tener demasiada relevancia. Sin embargo este sitio tendrá sin ninguna duda un lugar privilegiado en nuestro viaje.

Como decíamos en la entrada anterior, Ao Nang nos recibió lloviendo y todo parece más feo cuando llueve. Sin embargo, si algo estamos aprendiendo, es a no juzgar los lugares por la primera impresión y,sobre todo, después de un largo y accidentado viaje. Muchas veces el buen o mal recuerdo que te quede de un sitio, depende mucho del estado físico y de ánimo en el que te encuentres. Así que, puede ser que con el nuevo día, todo parezca diferente.

Cuando llegamos, llamamos por teléfono al dueño del hotel y nos vino a recoger al centro del pueblo. Comprobamos entonces que ciertamente el lugar estaba bastante alejado de todo, pero no le dimos demasiada importancia, puesto que nos aseguró que él nos llevaría y nos traería tantas veces como quisiéramos. Por otro lado, los bungalows estaban en un lugar privilegiado, en plena naturaleza.

Ao Nang Sun Bungalows

Una vez instalados, conocimos a un francés que se alojaba en el bungalow de al lado y que horas más tarde, cuando volvimos de cenar del pueblo, vino donde nosotros para ofrecernos una excursión para el día siguiente que él y su pareja no iban a poder realizar, porque les había surgido algo y se tenían que marchar. Como la agencia no les devolvía el dinero, preferían regalarlo. Así que al día siguiente, a las ocho y media de la mañana, una furgoneta nos vino a recoger y nos fuimos de excursión improvisada. Pasamos todo el día por ahí. Primero fuimos a unas cataratas de aguas termales, luego a unas piscinas naturales y después de comer nos llevarona una pagoda que no tuvimos tiempo de ver y a hacer un trekking en elefante por la jungla. Esta fue la mejor parte. Ya habíamos montado en elefante en Chiang Rai, pero esta vez fue mucho más divertido. Normalmente vas sobre una silla, pero el guía nos dejó montarnos sobre el lomo del elefante y la verdad es que fue una experiencia preciosa. Adjuntamos un video titulado "Las coplillas del elefantero", un señor muy majo.

 

Dicen que "a caballo regalado no le mires el diente" pero una vez más, nos quedó claro que este tipo de excursiones son un poco decepcionantes, además de muy caras para lo que te ofrecen. Nos pasamos la mayor parte del día en la carretera y cuando llegábamos a los sitios en cuestión apenas nos daban media hora para estar y disfrutarlos. El tiempo justo para hacer la foto que acredita que "yo estuve allí".


Mujeres en las aguas termales


Dos feos en la Blue Lagoon

Llegamos a nuestro hotel hacia las cuatro y media de la tarde, lloviendo de nuevo. Había un gran revuelo de gente con maletas, pero no le dimos ninguna importancia. Nos duchamos para ir después al pueblo a cenar y nos pusimos un rato en internet. Jon fue a dejar una bolsa de ropa sucia para la lavandería y fue cuando el dueño del hotel le dijo que hacía dos horas se había producido un tsunami y que habían evacuado Phuket. He ahí la razón de la llegada de nuevos huéspedes.


Desconocían por el momento las consecuencias. Como tenían la televisión puesta, nos quedamos a la espera de noticias y nos aconsejaron que no fuéramos al pueblo puesto que decían que podía haber réplicas.Todo ello nos dejó bastante desconcertados y nerviosos. Intentamos buscar más información en internet, pero la conexión se cayó, así que no sabíamos muy bien qué hacer.

Cuando se acercó la hora de cenar nos dijeron que estaban haciendo una barbacoa y que estábamos invitados. Así que nosotros y una chica rusa, nos juntamos con toda la familia y nos pegamos un atracón de pescado y marisco de los que hacen época. Susana, la chica rusa, que estaba bastante nerviosa nos dijo que ella había pasado el día en Koh Phi Phi, y que de repente empezó a ver gente corriendo y a ella le decían que fuera hacia un lugar alto, pero sin explicarle qué estaba sucediendo. Estaba bastante afectada, sin embargo, gracias a esta gente nos olvidamos por un momento de lo que había sucedido y pasamos una velada de las que no se olvidan fácilmente.

A la mañana siguiente, nos informaron que afortunadamente todo había quedado en una alerta. En 2004, un terremoto de similares características, que se produjo en la misma zona, cerca de Sumatra, provocó una ola que ocasionó cientos de miles de muertos. Sucesos como éste te hacen reflexionar sobre la fragilidad de la vida y la necesidad de aprovechar cada instante. Días más tarde, conocimos a Domingo, un extremeño de vacaciones y que nos contó que él estaba en la playa de Ao Nang cuando dieron el aviso de evacuación y que en apenas unos minutos la playa y el pueblo quedaron desiertos. La casualidad, el azar o quién sabe qué, hizo que nosotros estuviéramos a sesenta kilómetros de la costa y que prácticamente no nos enterásemos de nada.

Hemos pasado una semana en Ao Nang, un pueblo enclavado en la provincia de Krabi. Mientras nos aproximábamos por la carretera, comenzamos a disfrutar del paisaje, que aunque nos resultaba familiar, no por ello dejaba de ser espectacular. Es el mismo escenario, pero siempre diferente (como dicen por aqui: "same, same but different), que pudimos ver en Ninh Binh (Vietnam), en Vang Vieng (Laos) y también, pero a mayor escala, en la famosa Bahia de Halong.


Playa de Ao Nang

El trece de abril, los tailandeses celebraron el Songkram o año nuevo tailandés. Habíamos oído hablar de esta fiesta y cuando nos contaron en qué consistía, estuvimos encantados de participar en ella. El caso es que este día, todo el mundo sale a la calle con el propósito de mojarse y mojar a todo el que pueda, en lo que se convierte en una guerra de agua sin cuartel, en la que todo vale: pistolas, cubos, mangueras y otros artilugios más elaborados. Es muy divertido y nos lo pasamos como enanos.

Playa de Railay Oeste



Salvo la playa de Ao Nang que está más desarrollada turísticamente hablando, las de Tom Sai, Railay y Phranang Cave, además de ser una verdadera preciosidad, te dan la sensación de estar en un lugar casi virgen. Hay que tener en cuenta que sólo tienen acceso por mar. Lo mejor es ir temprano por la mañana para evitar las multitudes que van llegando de excursión.

Phranang Cave

Barca restaurante en Phranang Cave
En definitiva, la provincia de Krabi nos ha gustado mucho y creemos que es un lugar de inexcusable visita si alguien viene a Tailandia. El paisaje en esta zona es espectacular. Lo miras un millón de veces y no te aburres, sigues maravillándote. Parece que aqui nada es común o vulgar, todo es exuberante, tremendo. No hay término medio, si llueve, diluvia y si hace calor, te abrasas. Cada día la naturaleza te ofrece un motivo para seguir reconociendo que no hay nada que el ser hunano pueda crear que la pueda igualar. Un ejemplo puede ser el atardecer un tanto surrealista que tuvimos la suerte de presenciar. El cielo estaba negro, como si se nos fuera a caer encima, así que parecía que era de noche, y de repente, de entre las nubes salió un sol enorme que lo iluminaba todo, como si fuera el amanecer, mientras caían rayos y llovía en el horizonte. Totalmente apabullante.



lunes, 9 de abril de 2012

Koh Tao y Koh Phangan


El viaje de Kanchanaburi a Koh Tao se nos hizo bastante pesado. Primero tuvimos que ir a Bangkok, concretamente a Khao San. Hacía un calor de muerte, la humedad, las calles abarrotadas de gente haciendo compras en el mercadillo, en fin, un agobio considerable del que quisimos huir cuanto antes. Montamos en el autobús a las cinco y media de la tarde y llegamos a Chumphon a las cuatro de la mañana. Y allí nos dejaron tirados, en el muelle, a una pandilla bastante heterógenea de extranjeros, esperando hasta las siete de la mañana, hora de salida del ferry. Tardamos como unas dos horas y media en llegar a la isla y cuando nos estábamos acercando, nos fuimos a la parte de arriba del barco para poder verla desde el mar. Está completamente cubierta de vegetación, sobre todo palmeras, el agua es cristalina y tiene unas formaciones rocosas muy curiosas, redondeadas y como si un gigante hubiese estado jugando con ellas, colocando unas encimas de las otras.


Habíamos decidido alojarnos en Sai Ree Beach. Es una zona de la isla donde se concentran resorts, restaurantes y donde están la mayoría de escuelas de buceo. Muchos hoteles hacen descuentos en el alojamiento si haces el curso de buceo con ellos, pero no era nuestro caso. Nos costó bastante encontrar un hotel barato y que estuviera en condiciones. Todo en general es bastante más caro que en el continente. Esta playa es bonita, de arena blanca y agua transparente, pero quizás está demasiado urbanizada.
A la mañana siguiente, decidimos dar una vuelta en moto por toda la isla para buscar algún otro lugar donde quedarnos tranquilamente unos días. Y encontramos Chalok Baan Kao, en el sur, una bahía preciosa con unas cuantas playas, que nos gustó en cuanto la vimos.

Chalok Baan Kao


Casi todos los días que pasamos aquí nos llovió (por no decir diluviar) por la mañana, aunque luego por la tarde despejaba. Y por las noches, las tormentas nos despertaban con el estruendo de los truenos que hacían retumbar la cabaña. Acojonaba un poco, la verdad. Parece que aqui no hay término medio y todos los fenómenos atmosféricos se manifiestan con virulencia.




Un día hicimos una excursión en barco. Paseando por la playa nos encontramos con un lugareño que nos ofreció dar un paseo en su barca y llegamos a un acuerdo con él para que nos diera la vuelta a toda la isla. Al principio dudó, diciéndonos que el mar estaba un poco agitado, pero luego aceptó. Cuando salimos fuera de la bahía, la barca parecía una cáscara de nuez agitada por las olas. La proa para arriba y la proa para abajo. Fue entonces cuando nos fijamos que en la barca no había chalecos salvavidas. Silvia empezó a ponerse un poco nerviosa y el hombre para arreglarlo sacó el típico flotador rojo y blanco que suelen llevar los barcos y se reía abriendo su enorme boca sin dientes, diciendo "no problem". Pero como la cuestión no era pasarlo mal, le dijimos que mejor dar la vuelta, y navegar cerca de la costa. Así que nos llevó a diferentes calas y a dos islotes unidos por una lengua de arena llamados Nang Yuan para practicar snorkel. Fue uno de los mejores momentos de nuestra estancia en la isla. Hay una gran visibilidad y los fondos son impresionantes.

Nuestro barquero

Recogiendo almejas en la playa

Después de pasar estos días en Koh Tao, cogimos otro ferry y nos fuimos a Koh Phangan. Casualmente en esos días tocaba luna llena por lo que en el sur de la isla se celebraba la famosa Full Mon Party, que atrae a multitud de personas con ganas de mucha juerga. El trayecto en barco no fue demasiado largo pero sí que resultó bastante incómodo, porque el barco iba tan lleno, que no había casi sitio para sentarse.

Al llegar, nos fuimos directamente a Chalok Lum, en el norte de la isla, que es mucho más tranquilo. Conseguimos una cabañita de madera al lado de la playa por apenas siete euros y medio. El lugar nos encantó. Es una bahía rodeada de montañas , el agua del mar tiene todas las tonalidades de azules y verdes y la arena es de un blanco casi cegador. Además hay un pequeño pueblo de pescadores y cada tarde podíamos ver cómo los barcos salían a faenar.



Todos los días, tormenta por la mañana


Una mascota un poco peculiar bañándose en la playa

"Los calamares al sol"

Un par de días alquilamos moto y pudimos seguir maravillándonos con este lugar, lleno de playas en las que practicamente estábamos solos y que cuando las ves en fotografías, no crees que puedan existir o piensas que están retocadas con el photoshop. Nosotros, sin embargo, no conseguimos hacer ninguna foto que les hiciera justicia.





Estábamos tan a gusto que decidimos cancelar una reserva de hotel que habíamos hecho en Krabi para quedarnos más días, pero no fue posible que nos devolvieran el dinero, por lo que no nos quedó más remedio que marcharnos. Normalmente no solemos reservar, sin embargo, como el 13 de abril en Tailandia celebran el Songkran, nos habían aconsejado hacerlo, ya que los tailandeses suelen coger vacaciones y puede haber problemas tanto con el transporte, como con el alojamiento. Así que el 10 de abril salimos a las seis de la mañana de Koh Phangan y llegamos a Ao Nang, en la provincia de Krabi, a las cinco de la tarde. Teníamos que haber llegado a las dos, pero el autobús se averió en la autopista por lo que estuvimos un buen rato esperando a que nos vinieran a buscar. Ao Nang nos recibió lloviendo y aunque ya sabíamos, y por tanto no fue una sorpresa, que era un lugar tremendamente turístico, no pudimos dejar de echar de menos Koh Phangan.




miércoles, 4 de abril de 2012

Kanchanaburi y Sangkhlaburi

Este artículo llega con casi dos semanas de retraso. Parecería que estando de viaje, sobra tiempo para todo, y sin embargo la mayor parte de las veces discurre a un ritmo tan vertiginoso que se nos escurre como el agua entre las manos, sin poder evitarlo. Aunque vamos a ser sinceros y reconocer que a veces la pereza también es, en parte, responsable. Así que ahora mismo nos encontramos en la isla de Koh Phangan, en el sur del Golfo de Tailandia, recordando nuestra estancia en Kanchanaburi y Sanklhaburi y tras haber pasado unos días en Koh Tao.

Tras seis horas de autobús, quince de tren y otras tantas de espera, llegamos a Kanchanaburi. El viaje podría haber resultado agotador, sin embargo no lo fue tanto, porque pudimos dormir toda la noche en el tren. A las siete y media de la mañana llegamos a Bangkok. Desde la estación de trenes teníamos que coger algún medio de transporte que nos llevara a la estación de autobuses del sur, así que fuimos a preguntar en Información y Turismo. Por el camino nos abordó un joven que nos preguntó a dónde queríamos ir. Tras decirle que a Kanchanaburi, nos explicó que desde la propia estación del tren había una furgoneta que nos podía llevar hasta allí. Le acompañamos y nos llevó, como no podía ser de otra manera, a una agencia de viajes en la que nos dieron un precio cuatro veces superior a lo que nosotros sabíamos que costaba el billete. Así que nos fuimos de allí y aún teniendo que coger un taxi al otro lado de la ciudad, nos salió mucho más barato. Lo curioso es que entre una cosa y otra nos dieron las ocho de la mañana en la estación y comenzó a sonar el himno nacional. Todos los tailandeses que estaban sentados, se levantaron en actitud de respeto y los que caminaban, se detuvieron. Parecía como si de repente, alguien le hubiera dado al pause del video. Una de las cosas que más nos sorprendió al llegar a Tailandia fue que a cada paso nos encontrábamos fotos de la familia real, fundamentalmente del rey y la reina. Pero no sólo por las calles, sino por la carretera practicamente a cada kilómetro y en cada negocio o vivienda. Desconocemos cuál es la opinión del pueblo respecto a la monarquía. Parece que no está bien preguntar acerca de ésto. Pero simplemente con lo que observamos, podría parecer que sienten una gran devoción hacia esta institución. Uno puede poner en su casa o restaurante una foto del rey por obligación o por quedar bien, pero poner tres o cuatro a cada cual más grande...

Pues eso, que eran más o menos la una de la tarde cuando llegamos a Kanchanaburi y el calor era insoportable. Alguien nos comentó que había treinta y siete grados. Costaba hasta respirar. Era la primera vez en lo que va de viaje en la que el aire acondicionado se nos antojaba imprescindible.
Tras la rutinaria y a veces tediosa labor de buscar alojamiento, ya estábamos de nuevo instalados en un nuevo lugar. Esta localidad es conocida porque en ella se encuentra el famoso puente sobre el río Kwai, sin embargo, ofrece eso y mucho más. Estuvimos muy a gusto a pesar de que un chaval que había en la recepción del Noble Night se empeñó en intentar que no lo estuviéramos. Si no fuera porque la relación calidad precio era excelente, nos hubiésemos ido del hotel sin pensarlo dos veces.

El primer día visitamos dos interesantes museos, de temáticas similares: el Museo de la Guerra JEATH y el Museo del Ferrocarril Tailandia-Birmania.
El primero fue fundado por el abad de un templo budista. Se trata de una especie de barracón, que es una reproducción del lugar en el que vivían los prisioneros y en el que se expone una colección de objetos utilizados por ellos.
El Ferrocarril Tailandia-Birmania era una línea ferrovaria de 415 kilómetros de longitud y de gran importancia estratégica para los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. Fue construída en tan sólo 16 meses, aunque el tiempo previsto inicialmente por los ingenieros nipones para su construcción era de 5 años. Se le conoce como el Ferrocarril de la Muerte, ya que menos de la mitad de los prisioneros que fueron obligados a trabajar en esta obra, consiguieron sobrevivir a las jornadas de trabajo agotadoras, torturas, falta de higiene, enfermedades tropicales y malnutrición.

Por la tarde nos fuimos a ver el famoso puente sobre el Río Kwai. Empapados con la lección de historia que habíamos recibido, mientras paseábamos por las vías de este ferrocarril, viendo a decenas de personas haciéndose fotos y alguna tarareando la famosa cancioncilla de la película, no pudimos evitar pensar en el sufrimiento y la sangre derramada para su construcción, en lo absurdo de la guerra y en que pese a que la historia se repite, el ser humano sigue cometiendo los mismos errores, una y otra vez. Lugares como éstos, deberían ser un recordatorio, una llamada de atención de lo que no puede volver a suceder.


Puente sobre el Río Kwai

Otro día alquilamos una moto para pasar el día en el Parque Natural de Erawan, que está a unos 65km de Kanchanaburi. Sin embargo un desagradable insecto se interpuso en nuestro camino o quizás más bien nosotros en el suyo. Cuando llevábamos quince kilómetros recorridos, una avispa le picó a Silvia a través del pantalón. Por miedo a que pudiera tener una reacción alérgica al veneno ya que además de la hinchazón, le dolía bastante, decidimos volvernos y quedarnos por los alrededores del pueblo. Ese mismo día, también se cruzó en nuestro camino, concretamente en mitad de la carretera una amenazadora serpiente que nos puso los pelos de punta.




De Kanchanaburi cogimos un autobus para ir a Sangkhlaburi, a unas cuatro horas dirección norte, muy cerca de la frontera birmana. Es un pequeño pueblo situado a los pies de un lago y en el que se encuentra el puente de madera más largo de Tailandia. Es el lugar perfecto para perderse si se busca tranquilidad absoluta.

Cuando llegamos a Sangkhlaburi, nos dio la bienvenida.








En Sangkhlaburi, alquilamos una moto y nos fuimos a explorar los alrededores. Fuimos a una pagoda que se encontraba en la otra orilla y al entrar, una simpática señora nos abordó ofreciéndonos un paseo por el lago. Tras el consiguiente regateo, aceptamos. Llegamos hasta un templo que sólo se puede ver en la época seca, cuando el nivel de las aguas baja.








Desde aquí, proseguimos ruta por carreteras sinuosas y desiertas, que parecían no llevar a ninguna parte, hacia pueblitos habitados por minorías étnicas como los Mong y los Karen, huídas de la represión de la cercana Birmania. Hicimos un alto en el camino para beber algo, y el dueño del bar, forofo del Barça, nos grabó en video. Por esta zona no hay demasiado turismo y todavía les hace gracia ver a un par "farangs" (extranjeros) perdidos por allí.

Con el maquillaje birmano o thanakha


Nuestro videoaficionado
Los días que pasamos en esta localidad nos ayudaron a cargar un poco las pilas y de vuelta en Kanchanaburi, donde pasamos una noche, compramos el billete para ir a Koh Tao. Conocimos a una estupenda cuadrilla compuesta por una ecuatoriana-madrileña, un francés y dos americanos con los que compartimos experiencias y alguna cervecita que otra....