CHIANG RAI |
A Chiang Rai llegamos entrada la noche y como siempre, nos dejaron en una estación de autobuses bastante apartada de la ciudad. Antes de coger un medio de transporte que nos llevara a la guest house que habíamos reservado para esta primera noche, intentamos localizarla en el mapa. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que nos habíamos equivocado y habíamos hecho una reserva en un pueblo situado a unos ochenta kilometros de donde estábamos. Superado el chasco, nos montamos en uno de esos camioncillos que te llevan al centro de la ciudad y que nos dejó en medio de todo el barullo del mercado nocturno. Algo desconcertados empezamos a vagar sin rumbo hasta que se nos ocurrió la brillante idea de sacar el mapa para situarnos. Hay momentos en que nos quedamos bloqueados y éste fue uno de ellos. Al cabo de no demasiado tiempo encontramos una guest house, dejamos las mochilas y nos fuimos a dar una vuelta.
La ciudad nos pareció bulliciosa si la comparábamos con cualquiera de los lugares que habíamos visitado en Laos. Todos los días hay un mercado nocturno, pero éste nos pareció un poco diferente, ya que a los habituales puestos de ropa y comida, se unían dos plazas con mesas y rodeadas de pequeños restaurantes, en las que se podía disfrutar de música en directo mientras cenábamos. El menú podía ser muy diverso: comenzando con tempura de verduras y marisco, hasta el típico arroz o noodles y finalizando con la rica y amplia variedad de insectos fritos que no hemos tenido la valentía de probar, pero que sí vimos disfrutar a los lugareños.
Pues va a ser que never... |
Como estuvimos unos días por aquí, nos coincidió el mercado del sábado. Fue la dueña de la guest house la que nos recomendó que fuéramos y lo disfrutamos de verdad. Cierran al tráfico toda una calle y montan un montón de puestos en los que venden todo tipo de cosas, y, cómo no, no podía faltar comida por todas partes a precios irrisorios. Es tan grande la tentación en cada lugar de Tailandia, que creemos que van a conseguir que recuperemos el peso que hemos perdido.
Mercado del sábado |
Pero, a nosotros, lo que más nos ha gustado han sido los alrededores de Chiang Rai. Apenas unos kilómetros a las afueras estás en plena naturaleza. Con unos planos que nos facilitaron en la oficina de turismo, alquilamos una moto y nos perdimos por ahí. Pero "perderse" en el sentido literal de la palabra. Menos mal que preguntando se llega a todas partes.
Cascada de Khunkorn |
Estuvimos viendo un poco el pueblo y esta señora que chapurreaba algo en inglés nos intentó vender unas pipas y una cinta porno. |
Visitamos algunos parques naturales, pueblecitos étnicos, un campamento de elefantes y fuimos a admirar el, en nuestra opinión espectacular "templo blanco".
Templo Blanco |
Cascada de Huai Kaew |
Cascada de Huay Mae Sai |
De Chiang Rai nos fuimos a Chiang Mai.
CHIANG MAI |
Nos levantamos tempranito para ir a la estación de autobuses y comprar el billete. Nos pareció carísimo, pero cuando lo vimos comprendimos que habíamos cogido el "Hilton" de los autobuses tailandeses. Así que una vez dentro, a disfrutar de tres horitas en un cinco estrellas. Se nos hizo demasiado corto. Qué pronto se acostumbra uno a lo bueno...
Chiang Mai es una de las ciudades más importantes de Tailandia. Nos alojamos en la parte antigua de la ciudad, rodeada por un foso y restos de una antigua muralla y donde se encuentran numerosos templos, algunos de ellos muy antiguos. De hecho, nos pasamos todo un día de templo en templo y tiro porque me toca...
Wat Phra That Doi Suthep |
Es una ciudad agradable, pero como tiene tanta fama nos esperábamos más. Aunque no teníamos intención de ver los alrededores, al final alquilamos una moto y nos fuimos lejos del asfalto, que en definitiva es donde más agusto nos encontramos.
Cascadas de Mae Sa. Este es tan sólo uno de los diez niveles que tiene la cascada |
Cascadas de Tad Mok |
MAE HONG SON |
A Mae Hong Son llegamos tras un largo viaje de nueve horas, que realmente podían haber sido seis si antes de comprar el billete, nos hubiéramos tomado la molestia de preguntar por dónde iba el autobus. Hay dos posibles rutas para llegar a este pueblo situado a muy pocos kilómetros de la frontera con Birmania. Por el norte, pasando por Pai, se tardan unas seis horas y por el sur, carretera 108, se atraviesa toda la provincia. Esto último fue lo que nosotros hicimos en un bus local, que nos recordó bastante a los ya lejanos nepalíes. La carretera es un continuo subir y bajar puertos de montaña y tiene un total de 1864 curvas. Alguien se tomó en algún momento la molestia de contarlas. Pero nos lo tomamos con buen humor, animando a "Manolo", el conductor (así fue como le bautizamos) que se emocionaba con el acelerador en algunos tramos. Tanto es así, que en los últimos kilómetros cada vez que tomábamos una curva hacia la derecha, escuchábamos un fuerte sonido metálico, que las primeras veces nos preocupó, pero luego nos acabó dando igual.
La primera impresión de Mae Hong Son no fue muy positiva, pero fue mejorando con el transcurrir de los días. Está situado en un valle rodeado de montañas. Las principales atracciones del lugar son un pequeño lago situado en el centro del pueblo y dos conjuntos de templos. Uno de ellos, a orillas del lago y otro, en la cima de una colina desde la que se pueden observar bonitas vistas de todo el entorno.
Wat Phrathat Doi Kong Mu |
Wat Jong Kum-Jong Klang |
Varios acontecimientos inesperados hicieron nuestra estancia de lo más entretenida. El primero fue una manifestación en contra de los incendios que están asolando toda la comarca y a la que acudieron cientos de personas, incluyendo una representación de las minorías étnicas de la región. Y el segundo consistió en la oportunidad de presenciar el festival de Poi Sang Long, algo que nos encontramos de camino por casualidad.
Respecto al fuego, es algo terrible lo que está sucediendo en esta zona. De sur a norte de la provincia el terreno es montañoso, con numerosos parques naturales y una gran riqueza forestal. No hubo un sólo tramo de carretera en el que no viéramos amplias superficies quemadas, incluso focos todavía sin extinguir al lado mismo del arcén. En algunos casos intuíamos la intencionalidad. Probablemente, la conversión de dichos terrenos en campos de cultivo, pero son sólo suposiciones nuestras.
En cuando al festival, íbamos en la moto de camino a un pueblecito a 44 km. de Mae Hong Son, cuando vimos gente vestida muy elegantemente y una especie de procesión al lado de un templo. Nos dimos la vuelta y nos colamos en la fiesta. Lo que allí nos encontramos fue una explosión de colores, música y baile. Como no sabíamos qué es lo que se celebraba, a la vuelta fuimos a la oficina de turismo y les preguntamos. Esto fue lo que nos dijeron: es una antigua tradición particular de esta provincia que dura tres días y tiene lugar en verano. Los jóvenes a los que llevan en hombros vivirán como monjes en el templo por un periodo de entre siete y treinta días para dedicarse al estudio de los preceptos budistas. Fue una auténtica suerte poder verlo en un lugar totalmente ajeno al turismo.
Así los días se fueron pasando haciendo visitas a los pueblos de los alrededores, tales como Ban Rak Thai habitado por antiguos inmigrantes de la provincia de Yinnan, en China y que se dedican al cultivo del té. Ban Ruam Thai, con un bonito lago y Ban Haui Seau Tao, uno de los pueblos en los que viven las famosas mujeres jirafa. Para llegar aquí, tuvimos que atravesar con la moto varios riachuelos que cruzaban la carretera, con algún que otro resbalón, pero sin mayores consecuencias. Lo que allí vimos, nos pareció bastante decepcionante, ya que se trata de una especie de mercadillo en el que, algunas de las mujeres que regentan los puestos, pertenecen a este pueblo de refugiados, procedentes de Birmania.
Ban Rak Thai |
Ban Ruam Thai |
A la vuelta del pueblo de las mujeres jirafa, pudimos ver a un elefante bañándose en el río. |
También intentamos hacer un pequeño trekking por nuestra cuenta hasta unas cascadas, sin demasiado éxito. El tremendo calor y el acompañamiento durante todo el camino de unas arañas patilargas, al principio dos o tres, pero luego por docenas, hizo que Silvia y su hasta el momento superada fobia a los insectos dijera que por ahí no pasaba. Así que nos dimos la vuelta entre brincos de Jon al que se le metieron por el pantalón unas enormes hormigas rojas que le pegaban cariñosos mordisquitos. La Madre Naturaleza...
Y así finalizó nuestra estancia en Mae Hong Son. El mismo día en el que se cumplían seis meses desde nuestra partida, a las ocho y media de la mañana y conducido por "Rafael", cogimos nuevamente un bus local, que nos llevó en algo más de cuatro horas a Pai.
Para empezar, no entraba en nuestros planes quedarnos unos días en Pai, pero conocimos a una pareja de E.E.U.U que nos lo recomendó. Además, como teníamos que volver a Chiang Mai, era un buen punto intermedio para hacer un alto en el camino. La otra razón es que quizás nos dé pena irnos del norte de Tailandia.
Es el típico pueblo colonizado por mochileros y en el que hay una gran oferta de guest houses, tiendas, restaurantes y otros garitos, la verdad es que la mayoría muy coquetos. Perfecto para quedarse unos días a disfrutar del ambiente y hacer alguna excursión, que es básicamente lo que hemos hecho.
Hemos dedicado un día a descansar y a intentar poner al día el blog. Y otro más a visitar lugares de interés por los alrededores, con la que se está convirtiendo en nuestra compañera inseparable, la moto. Así, con el fresco de la mañana salimos, tempranito, a visitar el Cañon de Pai. Un lugar que está bien, pero que tampoco es ninguna maravilla. Es decir, si no se dispone de tiempo, perfectamente prescindible.
Siguiendo la costumbre y como no podía ser de otra manera, fuimos a ver un par de cascadas. A la vuelta, paramos en un lugar bastante singular regentado por un simpático matrimonio, en el que comimos papaya, un zumo de algo que no nos quedó muy claro que era y un vino casero que ellos mismos producían. También picamos unos cacahuetes. Todos estos productos y alguno más, como plátanos y tamarindos, los cultivaban en su propia huerta. Lo curioso del lugar es que comes cuanto quieres y luego pagas la voluntad. Pasamos un buen rato allí con ellos, aunque no sabían apenas inglés, pero pudimos entendernos sin problemas. ¿De qué manera? Nosotros le decíamos señalando algo como se decía en inglés y él nos la decía en thai, y qué contento se ponía el hombre y luego se lo repetía a su mujer.