miércoles, 30 de noviembre de 2011

Goa

Hace quince días, más o menos, llegamos a Goa, después de un viaje en autobús de diecisiete horas. Bueno, en realidad fueron dos autobuses, uno de Aurangabad a Pune, y otro de Pune a Panjim (capital de Goa).Entre uno y otro había dos horas y media de diferencia, tiempo más que suficiente para cambiar de estación, que es lo que tuvimos que hacer. Sin embargo, como en la India sin tensión no hay emoción, a causa de los retrasos y diferentes paradas sin motivo aparente, a punto estuvimos de perderlo.

En el autobús de Pune, conocimos a una pareja de indios que vivían en Bombay. Nos invitaron a comer coco y otras chucherías que llevaban para el viaje. Estuvimos un rato de charla y como siempre, nos preguntaron si nos gustaba su país y qué lugares habíamos visitado. También nos dijeron que últimamente se han grabado algunas películas de Bolywood en España y que por lo que habían visto en las mismas, el país les parecía muy bonito. Tenían grabada en el móvil una canción en castellano, una rumba, que forma parte de la banda sonora original de una de esas películas y que debe estar muy de moda, ya que curiosamente cuando estábamos haciendo el trekking en Langtang, un nepalí también la llevaba en su móvil.

Cuando llegamos a Pune, nada más bajarnos del autobús allí estaba congregada "la mafia del tuc-tuc" (así es como nosotros la llamamos: cuando hay un montón de tuc tucs en un mismo lugar, te piden unos precios desmesurados y ninguno está dispuesto a rebajarlos ni una rupia, entre otras cosas porque todos los demás se le echarían encima, como ya hemos comprobado en más de una ocasión. La solución es ir un poco más lejos donde haya algún tuc tuc aislado y así poder llegar a un acuerdo razonable). En esta ocasión no teníamos demasiado tiempo para negociar, y nos pedían una barbaridad. Sin decir nosotros nada, unos indios que venían en nuestro autobús nos preguntaron a ver adónde queríamos ir y se pusieron a discutir con los conductores, porque incluso a ellos les parecía excesivo lo que nos estaban pidiendo. Aunque no entendíamos lo que estaban hablando, parecía que la cosa empezaba a ponerse fea. Finalmente, y viendo que no conseguían nada, nos dijeron que les acompañásemos a otra parada de tuc tucs y así lo hicimos. Gracias a ellos conseguimos un precio justo.

Tras pasar toda la noche en una litera, en la que apenas podíamos movernos, pero que no impidió que durmiéramos, a las diez de la mañana llegamos a Panjim. La víspera habíamos llamado a una guest house para saber si tenían habitaciones libres y nos habían dicho que tenían muchas. Así que nos dirigimos allí con paso firme. Pero no hubo suerte. Parece que de un día para otro, se les había llenado todo el hotel y sólo quedaba una habitación libre sin baño. Así que no nos servía. Nos hemos alojado en sitios con baño compartido, pero de vez en cuando, necesitamos que tenga baño dentro para lavar la ropa. Por lo tanto no nos quedó más remedio que iniciar la búsqueda, con todo el calor y el mochilón a cuestas. Las perspecitivas no eran muy halagüeñas. Muchos alojamientos estaban llenos y otros, además de ser muy cutres, costaban demasiado dinero. Finalmente nos quedamos en uno que nos pedían ochocientas rupias, pero que conseguimos rebajar a quinientas. La habitación era bastante fea, pero al menos estaba limpia. La mayor parte de las habitaciones en las que nos alojamos son muy espartanas. Tienen la cama, a veces alguna silla, y si hay suerte una mesa o mesilla. En ésta, en concreto, había una silla de plástico de las que hay en las terrazas de los bares y una mesa de camping que nos vino muy bien. Colocamos el tenderete, extendimos nuestros pareos y la convertimos por unos días en nuestra casa. El agua caliente se convierte muchas veces en un lujo, ¿pero quién la necesita cuando fuera hay más de 30º? Además, así somos más ecológicos y nos duchamos rapidito, ja, ja...


Nuestra habitación en Panjim














El gran descubrimiento en Goa ha sido la comida. Después de organizarnos un poco, salimos a buscar un lugar donde comer y cuando nos trajeron la carta, un infinito mundo de posibilidades se abrió ante nosotros: ¡pescado!, ¡ternera!,¡pollo!,¡cerdo!
Así que desde entonces hasta ahora nos estamos dando un banquete cada día, por lo que pudiera pasar...

Panjim es muy diferente a todo lo que hemos visto hasta el momento en India: las calles están más limpias, hay aceras y además la gente las utiliza para caminar, apenas hay vacas, y los lugareños son más amables. También es evidente el pasado colonial portugués del estado, que se aprecia en los edificios, en los nombres de las calles y en las iglesias.

Calle de Panjim















En Panjim nos quedamos tres noches. La ciudad nos gustó mucho y desde allí hicimos alguna excursión en bus local.

Bus local de Panjim
Muy cerca está la Vieja Goa. Es la antigua capital y está llena de iglesias cristianas. Estuvimos visitando, entre otras, la iglesia en la que están enterrados los restos de San Francisco Javier, que es el patrón de Goa y cuya celebración el 3 de diciembre, es la mayor fiesta del estado y dura diez días.

De manera general, nos sorprende el fervor religioso que se percibe en la India, sea de la religión que sea. Hindués, musulmanes y cristianos demuestran en cada momento la creencia que profesan, tanto en sus casas, como en sus coches y negocios.

También fuimos a pasar la tarde a un pueblecito pesquero llamado Dona Paula y al día siguiente estuvimos en otro muy turístico llamado Candolin, con el fin de tirarnos un rato en la playa y de paso, visitamos Fort Aguada, un fuerte portugués del siglo XXVII y un antiguo faro. Nos pegamos una buena caminata para llegar hasta allí, bajo un sol de justicia y el lugar no está mal, pero no mereció la pena tanto esfuerzo.

De camino a Fort Aguada

Dona Paula

Fort Aguada







































  

Durante estos días teníamos que decidir a qué playa nos iríamos de vacaciones (ja,ja, vacaciones de vacaciones, es que viajar por la India estresa mucho...). Dudamos entre Palolem y Arambol porque las dos tenían muy buena pinta. Finalmente decidimos tirar hacia el sur, que es precisamente por donde continua nuestro viaje. Así que ahora mismo estamos en Palolem.

Imagina una playa de arena blanca con forma de media luna y ribeteada de palmeras. El sonido de las olas que rompen en la orilla y una enorme bola de color naranja que tiñe el cielo y la superficie del mar. Así es como se nos presentó Palolem el día que llegamos.

Primer atardecer en Palolem
Y ahora deja de soñar, porque incluso el paraíso tiene sus imperfecciones, e imagina una hilera interminable de chiringuitos y cabañas medio escondidos entre las palmeras, vacas y perros sentados a la sombra de las barquitas, y algún que otro plastón en la arena... Entonces caes en la cuenta de que estás en la India y que al contrario de lo que pudiera parecer, todo ello no le resta ni un ápice de encanto al lugar (siempre que no te lleves el plastón en la zapatilla o peor aún, en el pie, que ya nos ha pasado...).

Panorámica de la playa














No hay mucho más que contar de este lugar. Los días se van pasando plácidamente sin hacer nada más que levantarse tarde, pasear por la playa, darse algún chapuzón que otro, deleitarse con la comida y ver cada día un atardecer diferente.



Y así lo que iban a ser seis días se han convertido en once. Únicamente ha habido un par de acontecimientos que han alterado esta rutina. La aparición de una serpiente marina venenosa todavía viva en la orilla y un temporal en la mar que destrozó varios chiringuitos y canoas de pesca. Hecho éste último, que ha sido noticia de primera plana en los diarios locales.

Y según nos dijeron, ésta era de las pequeñas... ¿Quién da más miedo, los maromos o la serpiente?
Mañana nos vamos. Cogemos un tren que nos llevará al estado de Kerala, última parada en este país. Nos da pena dejar esta playa, pero habrá otros mares y otras playas...

lunes, 21 de noviembre de 2011

De Udaipur a Ajanta... pasando por Ahmedabad y Aurangabad

El viaje de Udaipur a Ahmedabad fue bastante cañero: nos metimos cinco horas y pico en un autobús nocturno que daba mucho asco de lo sucio que estaba y de lo mal que olía. Pero como ya vamos teniendo cierta práctica de hacer de tripas corazón, pusimos el pareo debajo y a dormir.

De repente a las tres y veinte, una hora antes de lo previsto, nos grita un tío que nos tenemos que bajar.Y allí nos veis, de madrugada, en Amedabad, una ciudad enorme, gente durmiendo en la calle, perros por todas partes, montones de basura a cada paso, en fin, un horror... Cogimos  un tuc-tuc para que nos llevara al hotel que habíamos reservado por teléfono. La verdad es que viendo el panorama que había, nos alegramos de haber tenido la precaución de hacer la reserva. Sin embargo la alegria nos duró poco. 

Cuando llegamos al hotel, estábamos un poco atontados. La puerta estaba cerrada pero el conductor del tuc tuc la golpeó varias veces y salieron a abrirnos. Fue entonces cuando el recepcionista, tras un buen rato ojeando el libro de registro, nos dijo que no teníamos reserva y que no había habitaciones libres. Supongo que nuestra cara era un poema, una mezcla de estupor, incredulidad y cabreo. Jon trataba de explicarle que habíamos llamado en dos ocasiones y que no nos habían puesto ningún problema, asegurándonos que teníamos habitación. Pero fue perder el tiempo, nos miraban como las vacas miran al tren.

Pues nada, a buscar hotel a esas horas... Menos mal que el conductor del tuc-tuc era majo y nos llevó a no menos de diez por unas pocas rupias. Cada vez que llegábamos a un hotel, la escena era la siguiente : como dos o tres tipos durmiendo en la recepción que se levantaban como un resorte al vernos llegar para luego, en la mayoría de los casos, decirnos que estaba lleno, lo cual nos extrañaba mucho en una ciudad que no es muy turística. Además en algunos casos, primero nos decían que sí tenían y luego que no. ¿No será que querían seguir durmiendo y por no enseñarnos la habitación nos decían que no tenían ninguna disponible? Llegamos a estar tan desesperados que vimos un hotelazo y pensamos "Vamos a darnos un capricho". Entramos y nos enseñaron una habitación que los ojos nos hacían chiribitas. El recepcionista era bastante estirado y cuando estábamos a punto de cogerla, nos dijo que por entrar en ese momento nos cobraba dos noches. Y claro, por ahí no íbamos a pasar, además de que no nos lo podíamos permitir. Después de hora y media buscando, decidimos quedarnos a esperar en un sitio a que se hiciera de día. Así que a la puerta de un hotel en el que había bastante luz nos apeamos del tuc tuc y le dijimos adiós a ese buen hombre. Justo era un hotel al que no habíamos entrado a preguntar y resulta que tenían habitaciones bastante decentes y que se ajustaban a nuestro presupuesto. Increible pero cierto.

Después de dormir un buen rato, decidimos salir a dar una vuelta por la ciudad y vimos con consternación que la impresión que nos había causado por la mañana no hacía más que confirmarse. Es el lugar más feo y caótico que hemos tenido la oportunidad de ver hasta ahora. Así que prácticamente pasamos los dos días que teníamos que quedarnos allí, en nuestro hotel viendo la televisión india, películas americanas, de Bolliwood,  videos musicales, además de algún programa de noticias...

De Ahmedabad salimos a las seis de la tarde y llegamos a Aurangabad a eso de las nueve de la mañana y nos dispusimos a buscar hotel. Esta vez fue un trámite que nos llevó poco tiempo... En ese día buscamos una excursión para ir a las cuevas de Ajanta,  motivo por el cual habíamos venido aquí, y un autobús para ir a Goa. Los encontramos sin demasiada dificultad y nos fuimos a dar una vuelta por la ciudad. Vimos que nada tenía que ver con el anterior lugar que habíamos visitado. Aurangabad es una ciudad bastante agradable y tranquila, con comercios y restaurantes de una calidad que no habíamos tenido oportunidad de ver en toda nuestra estancia en la India.

Llegó el momento de visitar las cuevas de Ajanta y ciertamente, son impresionantes. El trabajo realizado en las mismas tanto de pintura como de escultura resulta sobrecogedor. Nos gustaron mucho, pero  nos equivocamos al decidir hacer esta excursión de manera organizada, porque nos dieron  apenas unas dos horas para verlas. Sin duda, este lugar  se merece pasar más tiempo. Sin embargo, tampoco teníamos muchas más opciones económicas para poder visitarlas  y volver a Aurangabad en el mismo día. 


jueves, 10 de noviembre de 2011

Un encuentro inesperado en Udaipur

Para llegar a Udaipur, cogimos un autobús desde Ajmer. En la estación, había un hombre que se encargaba de abrir el maletero. Metimos las mochilas y nos dijo que teníamos que pagar veinte rupias cada uno. Le dijimos que ni hablar, que estaba incluido en el billete, pero como hacía ademán de sacarlas, llamamos a la agencia en la que lo habíamos comprado. Ya no nos volvió a pedir más dinero. Probablemente la llamada nos salió más cara que darle las cuarenta rupias, pero ya se ha convertido en una cuestión de que no nos tomen el pelo en cada momento.

Era la primera vez que cogíamos un autobús en India y aunque las literas estaban bastante sucias, extendimos nuestros pareos y sacos sábanas y a dormir (el que pueda, porque el autobús pegaba unos saltos...). Aunque no tenía aire acondicionado, como por las noches refresca y con el movimiento se abría la ventana, hacía una rasca que tuvimos que sacar los forros polares. Por lo demás nos pareció bastante cómodo y desde luego viajas en completa intimidad. Se trata de una cama doble que va en un compartimento (no apto para claustrofóbicos) que queda totalmente aislado con cristal y cortina.

Cuando llegamos al Dream Heaven Guest House, nuestro alojamiento en Udaipur, todavía era de noche y un empleado del hotel que de lo dormido que estaba, ni tan siquiera se enteró de nuestra llegada, nos dijo que teníamos que esperar a las diez de la mañana para hacer el check-in. Faltaban todavía cinco horas así que nos dejó que esperáramos en la terraza del hotel, que tiene una de las mejores vistas del lago y desde donde vimos el amanecer.


Vista desde el Dream Heaven

Este día estuvimos comiendo en un restaurante en el que coincidimos con dos chicas catalanas que habían estado viajando por el sur de la India. Esta era su segunda visita y nos aseguraron que este país engancha. La verdad es que nos echamos unas risas compartiendo experiencias de viaje.

Al día siguiente nos sucedió algo extraordinario. Caminando por una callejuela en busca de un "haveli"(vivienda tradicional), un hombre sentado a la puerta de su casa, se dirigió a nosotros, preguntándonos a ver si le podíamos traducir un texto del español al inglés. Le dijimos que sí y nos invitó a entrar a su casa. Nosotros estábamos un poco con la mosca detrás de la oreja, porque nuestras experiencias con los indios no han sido en general muy positivas, sin embargo podemos decir que éste fue sin duda uno de los días más especiales del viaje. Laxmikant, que es como se llama este hombre, tiene cincuenta años y trabaja en el museo del palacio del Maharajá. No puede caminar y tiene ciertas dificultades para hablar, aunque ello no le impide saber inglés y chapurrear francés, japonés y castellano. Entre sus aficiones está la fotografía, haciendo colaboraciones para algún libro y la composición de música, que le ha permitido viajar a Japón, Francia y Hawai. Sin embargo lo que verdaderamente le define es que a pesar de sus incapacidades, está lleno de vitalidad y alegría. Tiene su propia filosofía de vida basada en la búsqueda de la felicidad y en vivir el presente porque "el pasado es historia, el presente un regalo y el futuro, un misterio" Si algo malo le sucede dice "C'est la vie" y luego añade "pero no se la metí" (es un cachondo) No le gusta hacer promesas, ni que se las hagan porque ¿cómo garantizar que se puedan cumplir? Practica el yoga y la meditación una hora cada día, y según él, es la razón por la que aparenta por lo menos diez años menos de los que tiene.

Nos invitó a un té y como a su casa no paraba de entrar gente, nos iba presentando a todos, tanto amigos como familiares. Nos preguntó a ver si teníamos algún plan para ese día y que estaría encantado de invitarnos a comer y acompañarnos a conocer la India de verdad, la que no visitan los turistas. Y así fue que estuvimos en el templo de los gitanos; paseamos por toda la ciudad en tuc tuc; fuimos al lago donde se encuentra el palacio del monzón; merendamos chapati y un guiso de cabra en la casa del conductor del tuc tuc, Fayyaz, en un barrio musulmán, en la que nos recibieron entre emocionados y curiosos un montón de niños; vimos elefantes circulando por las calles. Y Laxmi no paraba de preguntarnos "Are you happy?" con su sonrisa permanente. Para terminar el día cenamos en su casa y quedamos en volver a vernos dos días después para visitar con él el museo del palacio. Pero no pudo ser...




En casa de Fayyaz

Para nuestro tercer día en Udaipur, teníamos reservada una excursión a Ranakpur y Kumbalgarh. Quedamos a las ocho de la mañana con el conductor y se supone que no íbamos a estar de vuelta hasta las siete de la tarde. Sin embargo nada más comenzar el viaje, Silvia empezó a notar dolor de estómago. No le dió mucha importancia, pensando que se le pasaría, pero cuando llegamos a Kumbalgarh, dos horas más tarde ni siquiera pudo realizar la visita. El viaje de vuelta fue toda una odisea ya que la cosa fue a peor y cuando llegamos al hotel tenía algo de fiebre y diarrea. Eso sí, un par de días después ya estaba totalmente recuperada y con algún michelín menos...



Udaipur nos ha gustado mucho y no nos ha importado quedarnos algún día más, aunque fuera por este hecho desafortunado. Pero no nos vamos a quejar, son gajes del oficio... Nuestro siguiente destino son las cuevas budistas de Ajanta, en el centro de la India, y poco a poco, nos vamos acercando a nuestro destino más deseado, cerca del mar, al que también entre otras muchas cosas echamos de menos. Pero no hay que adelantar acontecimientos, como dice Laxmi, vivamos el presente, que es lo único que es verdaderamente nuestro.


Mujeres en el templo

miércoles, 9 de noviembre de 2011

La feria del camello en Pushkar

Tras una visita casi relámpago a Agra, únicamente para ver el Taj Majal cogimos un tren a Ajmer, y de allí a Pushkar, pequeño y tranquilo pueblo situado junto a un lago. Pasar unos días tranquilos era precisamente lo que queríamos, sin embargo, nada más poner el pie en Ajmer, nos enteramos de que al día siguiente comenzaba en Pushkar la feria del camello. Así que este pueblo de aproximadamente 20000 habitantes recibe en diez días unos 200000 personas, más unos cuantos camellos (no habíamos visto tanto camello junto en toda nuestra vida)...Algo habíamos leído sobre este evento, pero no sabíamos cuándo se celebraba. Está claro que tenemos el don de la oportunidad. Afortunadamente no nos costó mucho encontrar alojamiento, porque uno de los problemas durante la feria es que los hoteles están a rebosar y, claro, aprovechan para subir los precios. Nosotros conseguimos hospedarnos en una colorida guest house, "Mama Luna" regentada por un padre y sus sonrientes hijos, en la que estuvimos verdaderamente agusto.



En Pushkar, las calles del centro por las que apenas circulan vehículos, salvo alguna moto o ricshaw, están repletas de tiendas y cafeterías, y su pequeño lago salpicado de ghats y templos. Sus comerciantes son gente amable, que te saludan al pasar y no te agobian para que compres. Pasear por el lago de noche, viendo a algunas personas meditar y a otras realizar ofrendas de flores y velas, en medio de un silencio inusual en este país, nos ha encantado. Y todo ello ha hecho que éste haya sido el primer lugar de la India del que nos ha dado pena irnos.



En el recinto en el que se celebra la feria del camello, cada paseo era una explosión de color como hasta ahora no habíamos visto en ningún otro lugar: las mujeres vestidas con saris brillantes, pendientes de oro y tatuajes de gena; Los hombres de blanco, con turbantes de todos los colores y enormes mostachos; los camellos con sus mejores galas; los encantadores de serpientes; las tiendas de campaña, las hogueras y el inmenso sol poniéndose al atardecer...



Aquí también nos timaron, no fue demasiado, 235 rupias, el equivalente a una buena comida o una noche de hotel. Y la culpa fue nuestra, porque pese a haberlo leído en la guía, como inoxentes caímos. El primer día por la mañana, decidimos ir a la oficina de turismo. Como no conocíamos el pueblo, íbamos preguntando por dónde se iba y en una de éstas, un hombre nos dijo que le acompañáramos al lago, que era un día especial de ofrendas, nos colocó unos cuantos pétalos de flores en las manos y nos mandó por separado a cada uno con una especie de sacerdote. Nos preguntaron de cuántos miembros estaba formada nuestra familia y recitaron una especie de mantra que teníamos que repetir, y que garantizaba la felicidad de todos ellos por siempre jamás. Nos echó encima agua del lago y nos pintó con gena en mitad de la frente, donde se supone que está el tercer ojo. Finalizado el ritual llegó el momento de pagar. Cuanto más numerosa sea la familia más pagas, y si es en euros o dólares mejor. El primer mosqueo vino cuando les dijimos que sólo teníamos rupias y además no muchas. En el caso de Silvia, como no sabía responderle en inglés, le soltó todo lo que pensaba en castellano y le dijo que no tenía más que 35 rupias, lo cual era verdad. Suponemos que un poco desesperado por la imposibilidad de hacerse entender, le dejó marchar. En el caso de Jon, el hombre se puso agresivo, y consiguió zafarse pagando 200. Por lo menos, aunque de mala gana, conseguimos que nos colocaran una pulserita que enseñábamos cada vez que íbamos al ghat y así nos dejaban en paz. Lo llaman "el pasaporte de Pushkar" y el policía de la oficina de turismo nos recomendó no quitarnos la pulserilla de marras en toda nuestra estancia allí.



En Pushkar coincidimos desayunando y en un té vespertino con un chico de Vitoria, que estaba acompañado de un japonés, un alemán y un portugués que hablaba urdu. También estuvimos charlando con unos catalanes que habían estado por la zona de Cachemira. Y día a día, vamos compartiendo momentos con gente, a la que también vamos dejando atrás.

¿Quién es el beduino majareta?

sábado, 5 de noviembre de 2011

Primeros días en la India


Hace ya trece días que llegamos a India, y el tiempo se nos está pasando sin darnos cuenta, al mismo ritmo frenético que tiene este país. Tenemos que hacer memoria para recordar cómo fueron esos primeros días porque hemos visitado ya varios lugares y como aqui no es tan fácil encontrar wifi gratis, tenemos el blog un poco atrasado.


Nuestra entrada al país se produjo en medio de un tremendo caos circulatorio que sería premonitorio de lo que nos esperaba después.Escuchando los consejos de Charlotte, una chica belga que ha hecho varios viajes a la India, decidimos organizar el viaje en coche y el billete en tren con una agencia nepalí.Suponemos que si lo hubiésemos hecho por nuestra cuenta seguramente nos habría salido mucho más barato, pero después de haber visto los buses locales indios,está claro que no nos arrepentimos.

El tren lo cogimos en Gorakphur, a unos 200km de la frontera con Nepal y tardamos unas cuatro horas en llegar a la estación. Todo un record, ¡50km por hora de media! El conductor del coche era indio, y no nos dirigió la palabra en todo el recorrido, ni siquiera cuando paraba a su antojo. Eso sí,con la radio a todo volumen, nos puso al día de los grandes exitos indios de musica pop, rock y tradicional.

Cuando llegamos ya era de noche y pudimos ver por primera vez una estación de tren india: fuera del edificio, una gran explanada con basura dispersa por todas partes, en la que la gente está sentada o dormida en el suelo. Y en el interior más de lo mismo. Lo peor de todo fueron los insectos ya que revoloteaban por todas partes. Pensando que teníamos que cambiar de andén porque estábamos en el número uno y el nuestro era el número dos, nos dirigimos a una pasarela, iluminada por luces fluorescentes. Miles de insectos de todos los tamaños formaban una cortina que no tuvimos más remedio que atravesar, intentando tapar lo mejor posible aquellas partes de nuestro cuerpo que quedaban descubiertas.

En cuanto a los trenes, ya hemos cogido varios y resulta un transporte muy cómodo y económico. Intentamos sobre todo coger los nocturnos y de esta manera nos ahorramos el alojamiento. En el viaje a Khajuraho nos sucedió una cosa muy curiosa. Normalmente los trenes indios van abarrotados y nos ha sucedido en dos ocasiones que no hemos encontrado billete para ir al lugar que teníamos previsto. Pues en esa ocasión, además de que por poco se nos escapa en frente de nuestras narices, fuimos completamente solos en todo el vagón. Aquello parecía un tren fantasma...

Nuestro primer destino ha sido Varanasi, la ciudad más sagrada para los hindúes de todo el mundo. Nada más llegar, cogimos un taxi prepago en la estación para que nos llevase al hotel que habíamos elegido. En este momento, primer intento de timo, nos quisieron cobrar 200 rupias en vez de 110, que es lo que costaba según ponía en un cartel enorme que teníamos en frente nuestro. A otra chica extranjera le dijeron que los rickshaws no funcionaban y había allí delante como unos veinte. En fin, estos indios, genio y figura...

Tráfico en Varanasi
Como era nuestra primera toma de contacto con la India y queríamos que fuera tranquila, fuimos a un hotel que aunque se salía un poco de nuestro presupuesto, habíamos visto en Internet que tenía buenas críticas. Y acertamos de pleno. El Buddha Hotel es un oasis de limpieza, paz y tranquilidad en una ciudad dominada por el caos de tráfico, la contaminación atmosférica y el ensordecedor ruido de miles de claxones que piden paso sin cesar por donde no hay espacio.



Niños limpiando los ghats


La principal atracción de la ciudad son los famosos ghats. Nosotros los visitamos en dos ocasiones, una al atardecer y otra al amanecer. No hicimos el tradicional paseo en barca, sino que nos enfundamos nuestras botas para salvar los excrementos varios, la basura y el lodo del río... Y los recorrimos a pie, de cabo a rabo, metiéndonos por las estrechas callejuelas atestadas de gente, vacas, motos, bicicletas, etc...Durante estos paseos pudimos observar cómo realizan las abluciones, lavan la ropa, se asean, realizan ofrendas, etc,..actividades todas ellas muy directamente relacionadas con la vida, así como otras que tienen que ver muy estrechamente con la muerte.

Quizás no hemos sabido percibir esa faceta espiritual que muchas personas encuentran en Varanasi, pero como simples observadores, contamos nuestra experiencia en ella, que no ha sido demasiado positiva. La ciudad nos ha parecido fea, sucia y en algunas zonas ofrece un paisaje desolador de pobreza.
Ghats en Varanasi

Nuestro siguiente destino fue Khajuraho. Es un pueblo pequeño y tranquilo, y según nos comentaban otros viajeros, un buen lugar para relajarse después del estrés que provocan algunas ciudades indias. Nosotros habíamos pensado pasar dos noches pero cuando fuimos a coger el billete de tren para nuestro siguiente destino, Gwalior, ¡sorpresa! Primero, no existe ningún tren que vaya de Khajurajo a Gwalior, (en la oficina de información al turista de la estación de Varanasi nos dieron hasta el número y el horario de este supuesto tren) Y segundo, en otras posibles combinaciones no había plazas y las listas de espera demasiado largas como para albergar alguna esperanza. Con lo que no habíamos contado es que en esos días los indios celebraban Diwali, una fiesta muy importante para ellos y en la que se producen un montón de desplazamiento. Así que en este momento nos dimos cuenta de que en la India, íbamos a tener que planificar un poco más de lo que nos hubiera gustado el viaje, ya que, en ocasiones podía haber problemas, tanto de medios de transporte como de alojamiento.

Celebración de la festividad de Diwali

Amanecer en Khajuraho

En Khajurajo, pasamos una noche. El atractivo
de este lugar reside en sus templos, en los que está representado el kamasutra esculpido en piedra, además de muchas más escenas de la vida cotidiana de sus pobladores en la época en la que se construyeron. Tenemos que decir que en estos templos se respira una atmósfera de paz y tranquilidad que hace de este emplazamiento un lugar en el que pasar unas cuantas horas es un placer para los sentidos. Ja, ja, nunca mejor dicho...



Tanto sexo provocó una indigestión a Jon y, hora y media más tarde, tuvimos que salir corriendo del recinto hacia el hotel. Tocaron los primeros problemas estomacales del viaje, que le mantuvieron postrado durante un día en la cama.

Esculturas de los templos, sin comentarios...
Templos de Khajuraho

Desde Khajuraho nos fuimos a Orchha, un lugar encantador lleno de palacios y templos en el que pasamos dos noches tan ricamente y de Orchha a Agra.

Atardecer en Orchha
Vistas desde el palacio en Orchha

Agra ha sido el primer lugar adonde hemos llegado de noche y, como siempre, sin tener reserva en ningún hotel, lo que nos provocaba cierta inquietud. Así que en la estación de tren, cogimos un tuc-tuc y nos dirigimos hacia la zona del Taj Mahal, donde habíamos visto que había unos cuantos hoteles, con la esperanza de que hubiera alguna habitación disponible en el que teníamos fichado. Y tuvimos suerte, porque para esa noche teníamos habitación, aunque no para la siguiente. Lo malo de tener un viaje tan abierto es que, en ocasiones, suceden estas cosas, y, aunque cansa un poco tener que estar cambiando continuamente de hotel, ya somos unos expertos haciendo y deshaciendo la mochila.

En esta ciudad se encuentra, sin lugar a dudas, el emblema de la India: el Taj Mahal. A pesar de haberlo visto en cientos de fotografías e imágenes, los dos coincidimos en que contemplarlo nos causó una gran emoción. Es tan hermoso y perfecto que parece irreal, sobre todo cuando se ve con las primeras luces de la mañana y la niebla lo envuelve dándole un aire misterioso. Es por otro lado, la única razón para visitar Agra.


La India, nos está resultando mucho más complicada desde el punto de vista emocional, a la hora de organizar los traslados por el país y también por el carácter de sus habitantes.

Cuando llegamos, y a pesar de las recomendaciones de los propios indios de que no nos fiásemos de nadie, si alguien se nos acercaba para entablar conversación, nosotros estábamos encantados, porque nos gusta hablar con la gente de los países que visitamos. Sin embargo, nos dimos cuenta de que siempre era para intentar vendernos algo o incluso timarnos, como ya nos ha ocurrido en más de una ocasión. Así que, enseguida nos pusimos alerta y a la defensiva, lo que nos resulta bastante cansino.
Ven al turista como si fuera un cajero automático, y en muy pocas ocasiones se han dirigido a nosotros sin ningún tipo de interés económico. Entre los extranjeros solemos bromear ya que cuando nos hacemos alguna foto o nos echamos una mano, nos pedimos la propina. Aqui, aunque acuerdes un precio para cualquier servicio siempre te piden más después, o te saltan con que el precio era sólo para una persona y no para dos. En fin, que nos hemos agarrado más de un mosqueo. Sobre todo a última hora de la tarde, tras soportar el intenso tráfico, el calor, la contaminación,...la paciencia está al límite. Pero, también, nos gustaría recalcar que, sobre todo en los viajes en tren, hemos coincidido con gente muy amable, con la que hemos intercambiado sonrisas y comida, lo que nos hace pensar que cuando no hay relación comercial de por medio, las cosas son bien diferentes.

Con el tiempo estamos aprendiendo a cambiar de actitud. Es inútil intentar comprender las decenas de situaciones a las que nos enfrentamos día a día. Lo mejor es aceptarlas tal y como vienen. Si ellos nos vacilan, nosotros más y sin cortarnos lo más mínimo.

La India es una especie de de cocktail con multitud de ingredientes, todos ellos elevados a la máxima potencia: el color, el olor, los sabores, el ruido, la música, el polvo, la miseria más absoluta y el lujo más extravagante. Sin duda, no deja indiferente a nadie.