domingo, 5 de febrero de 2012

¡Adiós Camboya!

Hemos pasado seis días en Siem Riap, una ciudad que nos ha encantado y de la que nos ha dado mucha pereza irnos. Estábamos en la guest house casi como si estuviéramos en nuestra casa y dando un paseo de quince minutos llegábamos al centro, donde están todas las tiendas, pubs, restaurantes y claro, todos los guiris como nosotros...



Mientras estábamos aqui, recibimos un correo electrónico de Florent y Vanessa, nuestros amigos franceses, diciéndonos que estaban en Siem Riap, así que un día estuvimos cenando con ellos. ¡Que casualidad, encontrarnos en la misma ciudad sin planearlo! Fue agradable el reencuentro con esta familia a la que conocimos en Vietnam hace un mes.

Pub street

Evidentemente, visitamos también los templos de Angkor, que son el emblema de Camboya hasta tal punto que aparecen en su bandera, en la cerveza, en el agua, etc, etc,...Al principio habíamos planeado ir en bicicleta, pero estos amigos nos aconsejaron hacerlo en tuc tuc, porque las distancias entre unos templos y otros son bastante grandes y encima hace mucho calor. Así que hablamos con un conductor de tuc tuc y acordamos un precio para los dos días. Fue un detalle por su parte invitarnos a agua, que llevaba en una nevera con hielo, de tal manera que aguantaba fresca durante todo el día.

Así, el primer día fuimos a los templos más lejanos. Lo que más nos gustó es el entorno en el que están situados, en plena naturaleza, rodeados de lagos, arroyos y árboles tan gigantescos que con sus raíces abrazan los edificios y uno no sabe muy bien si los están sosteniendo o estrangulando, pero el resultado es sobrecogedor.



Lo peor fue que había miles de personas. No es que esperásemos estar solos, pero había momentos en que hasta se formaban atascos provocados por ese, a veces diábolico invento, que es la cámara, en nuestro afán de querer fotografiarlo todo.

El segundo día tocó un madrugón de mil pares de...narices. Salimos del hotel a las cinco de la mañana porque queríamos ver el amanecer en Angkor Wat. Aquello parecía una romería. Todos en procesión hacia el lago para contemplar el espectáculo, que no defrauda ni un poquito.


Amanecer en Angkor Wat
Seguidamente, visitamos el Bayon, también conocido como el templo de las caras y así pasamos el resto del día viendo templos y más templos, cada vez con más pausa, ya que con una temperatura de 35º, no se pueden hacer muchas florituras.

Bayon


Mientras los turistas ven los templos, los conductores de tuc tuc echan la siesta, una costumbre muy asiática.

















También charlando con otros extranjeros como Alejandra, una mexicana muy salada residente en Bélgica, con la que pasamos un buen rato y con Jean Françoise o Juan Francisco, tal y como él se hace llamar, un francés de la Bretagne (un auténtico personaje), que pasó veinticinco años veraneando en Benicasim y es un enamorado de España. Hay que ver la cantidad de gente de todas las edades que viaja sola... Perdón, que emprenden un viaje en solitario, pero que nunca están solos.


La terraza de los elefantes


Por la tarde, visitamos el interior de Angkor Wat. En los muros de su nivel inferior se pueden observar unos bajorelieves estupendamente conservados, en los que se cuentan episodios del Ramayana, una de las obras antiguas más importantes de la literatura india. Y las cinco torres que lo coronan, son la obra cumbre del imperio jemer. Contemplamos aquí el atardecer, y, con las fuerzas ya justitas después de todo el día por ahí dando vueltas, volvimos a Siem Riap city.



Angkor Wat al atardecer


Teníamos que pensar cúal sería nuestro siguiente destino, si Laos o Tailandia. Estuvimos dando un montón de vueltas al asunto. La mejor opción era pasar por tierra en el norte de Camboya, para hacer Laos de sur a norte y luego pasar a Tailandia. Pero todas las informaciones que teníamos nos decían que en ese paso fronterizo no expiden visados a la llegada. Sin embargo, varias agencias de Siem Riap nos vendían un billete de autobús asegurándonos que si lo hacíamos con ellos no tendríamos ningún problema con el visado. Como ni los de las agencias de viaje se ponían de acuerdo, ya que algunos también nos decían que podíamos tener problemas con la policía (hay mucha corrupción), decidimos no arriesgar y marcharnos a Bangkok. El visado, si pasas por tierra a Tailandia es de quince días, así que una vez que se nos agote, cruzaremos a Laos. Pero esa ya es otra historia...

De camino a Bangkok, íbamos dejando atrás con nostalgia este pequeño gran país y recordando todo lo vivido en estos dieciséis días. Curiosamente, más que lugares o paisajes, se nos han quedado grabados los momentos compartidos con la gente. Sobre todo, con los niños, que pegaban saltos de alegría si les dabas unos caramelos o algo de comida que llevaras encima. Son tremendamente agradecidos y aunque no tengan nada, te regalan esa enorme sonrisa o una pulsera de nudos hecha por ellos mismos...

Ellos consideran Angkor su mayor valor, su estandarte en el mundo. Para nosotros, el mayor tesoro de Camboya son los camboyanos, gente tremendamente humilde y trabajadora, con la mirada amable y la sonrisa fácil.




¡Ojalá no cambiéis nunca! Aw kohn!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hello,

¡Qué gozada de lugar, de gentes!!!!! No me extraña que tuvierais pereza en marchar. Por cierto, ya sabéis que pienso que la casualidad no existe. Si os habéis encontrado con vuestros colegas, por algo será.

Con esos calores, una siesta en esa hamaca estaría de cine. Aquí, por el contrario, estamos haciendo manting y edredoning a tutiplén. Ahora mismo, tengo un par de calcetines en cada pie, pero mis deditos siguen igual de helados, jaja. Bueno, chiquitos, el domingo ya ha llegado con todo lo que conlleva, pero gracias a esas fotos tan fantásticas, al templo de las cien raíces, a la sonrisa de los críos y a vosotros, se sobrelleva mejor la llegada del lunes.

Muxitos desde Invernalia,
Esti.

Xabier Mendizabal dijo...

Aupa. Vosotros a 35 grados, y nosotros aquí con una masa de aire frío del norte de Europa. Después del otoño tan atípico, y el mes de enero tan seco y templado, el invierno ha llegado por fin a estos lares.
Dejais un gran país, y vuestro itinerario va viento en popa. ¡Cuantas gentes!¡Cuantos paisajes!¡Cuantas vivencias!, cuando llevais casi cinco meses,y todavía os queda un mundo por recorrer.
Hoy he estado con mi primo, el que estuvo con su padre en Varanasi. Ha estado siete meses en India, Nepal y Tibet, incluído un intento al Cho-Oyu (8201 mts), él llegó hasta los 7.500. Hemos subido al monte Gazume-1.010 metros- (junto al Ernio, en medio de la niebla y la ventisca de nieve. ¡Dónde quedan esos 35 grados que habeis pasado vosotros!, aunque la verdad es que yo soy poco amigo del calor. Mi hermana y su marido, en su viaje de novios, estuvieron en Thailandia, y volvieron encantados de allí. A ver si vosotros podeis decir lo mismo. Seguiré al tanto de vuestro viaje. Ondo segi ta besarkada aundi bat.

Xabi Mendizabal.