Este artículo llega con casi dos semanas de retraso. Parecería que estando de viaje, sobra tiempo para todo, y sin embargo la mayor parte de las veces discurre a un ritmo tan vertiginoso que se nos escurre como el agua entre las manos, sin poder evitarlo. Aunque vamos a ser sinceros y reconocer que a veces la pereza también es, en parte, responsable. Así que ahora mismo nos encontramos en la isla de Koh Phangan, en el sur del Golfo de Tailandia, recordando nuestra estancia en Kanchanaburi y Sanklhaburi y tras haber pasado unos días en Koh Tao.
Tras seis horas de autobús, quince de tren y otras tantas de espera, llegamos a Kanchanaburi. El viaje podría haber resultado agotador, sin embargo no lo fue tanto, porque pudimos dormir toda la noche en el tren. A las siete y media de la mañana llegamos a Bangkok. Desde la estación de trenes teníamos que coger algún medio de transporte que nos llevara a la estación de autobuses del sur, así que fuimos a preguntar en Información y Turismo. Por el camino nos abordó un joven que nos preguntó a dónde queríamos ir. Tras decirle que a Kanchanaburi, nos explicó que desde la propia estación del tren había una furgoneta que nos podía llevar hasta allí. Le acompañamos y nos llevó, como no podía ser de otra manera, a una agencia de viajes en la que nos dieron un precio cuatro veces superior a lo que nosotros sabíamos que costaba el billete. Así que nos fuimos de allí y aún teniendo que coger un taxi al otro lado de la ciudad, nos salió mucho más barato. Lo curioso es que entre una cosa y otra nos dieron las ocho de la mañana en la estación y comenzó a sonar el himno nacional. Todos los tailandeses que estaban sentados, se levantaron en actitud de respeto y los que caminaban, se detuvieron. Parecía como si de repente, alguien le hubiera dado al pause del video. Una de las cosas que más nos sorprendió al llegar a Tailandia fue que a cada paso nos encontrábamos fotos de la familia real, fundamentalmente del rey y la reina. Pero no sólo por las calles, sino por la carretera practicamente a cada kilómetro y en cada negocio o vivienda. Desconocemos cuál es la opinión del pueblo respecto a la monarquía. Parece que no está bien preguntar acerca de ésto. Pero simplemente con lo que observamos, podría parecer que sienten una gran devoción hacia esta institución. Uno puede poner en su casa o restaurante una foto del rey por obligación o por quedar bien, pero poner tres o cuatro a cada cual más grande...
Pues eso, que eran más o menos la una de la tarde cuando llegamos a Kanchanaburi y el calor era insoportable. Alguien nos comentó que había treinta y siete grados. Costaba hasta respirar. Era la primera vez en lo que va de viaje en la que el aire acondicionado se nos antojaba imprescindible.
Tras la rutinaria y a veces tediosa labor de buscar alojamiento, ya estábamos de nuevo instalados en un nuevo lugar. Esta localidad es conocida porque en ella se encuentra el famoso puente sobre el río Kwai, sin embargo, ofrece eso y mucho más. Estuvimos muy a gusto a pesar de que un chaval que había en la recepción del Noble Night se empeñó en intentar que no lo estuviéramos. Si no fuera porque la relación calidad precio era excelente, nos hubiésemos ido del hotel sin pensarlo dos veces.
El primer día visitamos dos interesantes museos, de temáticas similares: el Museo de la Guerra JEATH y el Museo del Ferrocarril Tailandia-Birmania.
El primero fue fundado por el abad de un templo budista. Se trata de una especie de barracón, que es una reproducción del lugar en el que vivían los prisioneros y en el que se expone una colección de objetos utilizados por ellos.
El Ferrocarril Tailandia-Birmania era una línea ferrovaria de 415 kilómetros de longitud y de gran importancia estratégica para los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. Fue construída en tan sólo 16 meses, aunque el tiempo previsto inicialmente por los ingenieros nipones para su construcción era de 5 años. Se le conoce como el Ferrocarril de la Muerte, ya que menos de la mitad de los prisioneros que fueron obligados a trabajar en esta obra, consiguieron sobrevivir a las jornadas de trabajo agotadoras, torturas, falta de higiene, enfermedades tropicales y malnutrición.
Por la tarde nos fuimos a ver el famoso puente sobre el Río Kwai. Empapados con la lección de historia que habíamos recibido, mientras paseábamos por las vías de este ferrocarril, viendo a decenas de personas haciéndose fotos y alguna tarareando la famosa cancioncilla de la película, no pudimos evitar pensar en el sufrimiento y la sangre derramada para su construcción, en lo absurdo de la guerra y en que pese a que la historia se repite, el ser humano sigue cometiendo los mismos errores, una y otra vez. Lugares como éstos, deberían ser un recordatorio, una llamada de atención de lo que no puede volver a suceder.
Puente sobre el Río Kwai |
Otro día alquilamos una moto para pasar el día en el Parque Natural de Erawan, que está a unos 65km de Kanchanaburi. Sin embargo un desagradable insecto se interpuso en nuestro camino o quizás más bien nosotros en el suyo. Cuando llevábamos quince kilómetros recorridos, una avispa le picó a Silvia a través del pantalón. Por miedo a que pudiera tener una reacción alérgica al veneno ya que además de la hinchazón, le dolía bastante, decidimos volvernos y quedarnos por los alrededores del pueblo. Ese mismo día, también se cruzó en nuestro camino, concretamente en mitad de la carretera una amenazadora serpiente que nos puso los pelos de punta.
De Kanchanaburi cogimos un autobus para ir a Sangkhlaburi, a unas cuatro horas dirección norte, muy cerca de la frontera birmana. Es un pequeño pueblo situado a los pies de un lago y en el que se encuentra el puente de madera más largo de Tailandia. Es el lugar perfecto para perderse si se busca tranquilidad absoluta.
Cuando llegamos a Sangkhlaburi, nos dio la bienvenida. |
En Sangkhlaburi, alquilamos una moto y nos fuimos a explorar los alrededores. Fuimos a una pagoda que se encontraba en la otra orilla y al entrar, una simpática señora nos abordó ofreciéndonos un paseo por el lago. Tras el consiguiente regateo, aceptamos. Llegamos hasta un templo que sólo se puede ver en la época seca, cuando el nivel de las aguas baja.
Desde aquí, proseguimos ruta por carreteras sinuosas y desiertas, que parecían no llevar a ninguna parte, hacia pueblitos habitados por minorías étnicas como los Mong y los Karen, huídas de la represión de la cercana Birmania. Hicimos un alto en el camino para beber algo, y el dueño del bar, forofo del Barça, nos grabó en video. Por esta zona no hay demasiado turismo y todavía les hace gracia ver a un par "farangs" (extranjeros) perdidos por allí.
Con el maquillaje birmano o thanakha |
Nuestro videoaficionado |
2 comentarios:
Kaixo,
Os vuelvo a escribir porque no se donde habrá ido a parar el anterior comentario, jaja. Estará levitando por la red. Bueno, pues os comentaba que yo también ando un poco vaga últimamente y que llevaba tiempo sin participar en el blog. Veo que andáis de maravilla, a pesar del calor asfixiante.
Silvia, espero que el susto de la picadura se haya quedado en una simple anécdota aunque el dolor que habrás pasado no te lo quita nadie. Ánimo.
Jon, me gusta el colgante que llevas. ¿Es algún símbolo especial de la zona? Ya me dirás.
Un besazo desde nuestra tierra donde hoy no deja de llover, pero que buena falta nos hace aunque nos fastidie un poco (más que nada por las fechas en las que estamos).
Estibalitz
Koh Tao, es esa cafetería/cervecería del centro en la que arriba hay unos palets para sentarse y que hemos estado alguna vez tomando unas birras... jajaja, le pusieron ese nombre, en honor a ese lugar, os acordáis??
Silvia esa avispa te vió floja por algún lado y te hizo acupuntura para que mejoraras, así que espero que así sea jajajaja.Ah!!! saludad a la serpiente de mi parte si os la encontráis otra vez....
Ya leeis los comentarios de este blog??? porque aquí uno se siente raro al no ver vuestra participación...
Besos grandes, grandes...
Ander
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