martes, 26 de junio de 2012

Tanah Rata

Seguimos haciendo memoria:

En la estación de autobuses de Melaka compramos el billete para ir a Tapah, no sin antes preguntar a la señora de la taquilla si desde allí, tendríamos algún medio de transporte que nos llevara a las Cameron Highlands. Recordamos que no era muy simpática, pero nos aseguró que había un montón de autobuses. Así que a la mañana siguiente partimos hacia Tapah. El viaje de cuatro horas se convirtió en cinco y media y llegamos a nuestro destino a las tres de la tarde. Tuvimos suerte porque el último autobús a las Cameron Highlands salía más o menos sobre las cuatro y media (¡menos mal que había muchos!...). Otras dos horas de carretera de montaña nos esperaban. Nuevamente, una de esas estrecha y plagada de curvas, con tremendos desprendimientos, pero con un paisaje sobrecogedor. Por la carretera nos fuimos encontrando pequeños poblados y un montón de niños de uniforme, que del colegio con una mochila más grande que ellos, iban camino a casa. También nos topamos con un camión volcado que afortunadamente y pese a la estrechez de los carriles, nos permitió continuar la marcha.

Cuando llegamos a Tanah Rata era bastante tarde y estábamos cansados. Sin embargo había que ponerse cuanto antes a buscar alojamiento. Encontramos un buen lugar y allí nos quedamos. Nada más bajarnos del autobús, como empezaba a caer la tarde, ya notamos que hacía un fresquito muy agradable. Cuando de noche salimos a cenar, nos tuvimos que poner el forro polar, ¡qué frío! Pero ¡qué gusto! 


Desayunando en la terraza de la guest house

En Tanah Rata el plan consiste en hacer algún trekking por la jungla y visitar las plantaciones de té. En el pueblo hay numerosas agencias que te ofrecen tours y combinan ambas actividades. Cogimos uno de medio día y no nos arrepentimos, porque resultó ser muy interesante, sobre todo por las explicaciones que nos iba dando el guía sobre las diferentes clases de té, la formación de uno de los bosques más primitivos del planeta o las plantas que nos íbamos encontrando (canela, citronela, la hoja con la que se elabora el bálsamo de tigre, las que se utilizan como anticoagulantes...) Vimos plantaciones de té, después ascendimos en jeep hasta el Gunung Brinchang (2031m), hicimos un pequeño trekking por el “Mossy Forest” y para terminar, una divertida visita a una granja de insectos y mariposas. 




Una mariposa enorme que simula ser...



Insecto hoja





Esa misma tarde conocimos a Jason, un malayo de origen chino, con el que llegamos a un acuerdo para hacer al día siguiente una caminata por la jungla durante cinco horas, que incluía subir a un pico denominado Gunug Jasar (1696m). Aprendimos cosas curiosas como que las hojas de tonos rojos o rosados son los brotes más jóvenes, vimos pequeñas orquídeas salvajes, plantas carnívoras, pimienta, ratán, etc... Cabe la posibilidad de hacerlo por tu cuenta, aunque no lo recomiendan porque los caminos no están señalizados y continuamente están cambiando. Por ejemplo, nuestra ruta estaba cortada por un desprendimiento y el guía nos metió por un río para continuar monte a través, hasta encontrar el sendero que nos llevaría de vuelta al pueblo.

Planta insectívora









Por la tarde, en la guest house, nos tomamos con Jason unas cervecitas para celebrar su cumpleaños mientras debatíamos sobre lo divino y lo humano. Una gran persona.

Otro día nos fuimos caminando una hora hasta una plantación de té. Qué paisaje tan increíble. Es como una alfombra con diferentes tonalidades de verde en la que dan ganas de tirarse. Dicen que en la India son todavía más impresionantes, pero nosotros nos las perdimos. En estas plantaciones trabajan gentes procedentes de muchos lugares de Asia. El dueño de la finca les ofrece alojamiento gratuito en unos barracones que hay al lado de la plantación y con lo que ganan, unos mil ringgits (doscientos cincuenta euros al mes aproximadamente), se mantienen ellos y el resto lo mandan a su familia, en la India, Bangladesh, Indonesia...


En la guest house en la que nos alojábamos compramos el billete para ir a las islas Perhentian que incluía autobús y ferry. Tardamos unas cuatro horas y media para llegar a Kuala Besut, lugar del que parten los barcos. Las dos primeras horas transcurrieron por una especie de autopista fantasma en la que se pueden contar con los dedos de una mano los coches con los que nos fuimos encontrando y en un estado de abandono propio de una película de terror en la carretera. Para rematarlo el paisaje era absolutamente desolador. Máquinas excavadoras destrozando cada centímetro de selva para transformarlo en terreno apto para el cultivo. Las plantaciones de palma de aceite son una auténtica plaga.

Cuando llegamos cerca del embarcadero, a una especie de agencia de viajes, nos hicieron rellenar nuestros datos y trataron de vendernos un alojamiento en la isla, alegando que era muy complicado buscar allí, que era temporada alta y podíamos tener problemas, ya que casi todo estaba ocupado. Nos decían que el que nosotros habíamos elegido, uno de los más económicos, estaba lleno. Pero nos olió a timo y no les hicimos caso. Preferimos arriesgarnos y nos salió bien, después de todo, el Sr. Smith (que no el de Matrix, sino el encargado del Eight Mentigi, nuestro alojamiento en Tanah Rata) nos había aconsejado que buscáramos directamente al llegar a la isla. Para pagar más siempre hay tiempo. Cuando llegamos al Mama´s, después de un viaje de cuarenta minutos en un bote a velocidad supersónica, no había una, ni dos habitaciones libres, sino unas cuantas más.

Aquí llevamos más de una semana, y nos quedaríamos más, mucho más... si nos llegara el dinero. Es que aquí no hay cajeros automáticos...

domingo, 24 de junio de 2012

Recuerdos de Malaca desde Pulau Perhentian Besar


Vamos haciendo memoria sentados en el porche de nuestro viejo y algo destartalado bungalow, desde donde podemos ver el mar, no en primera línea de playa, sino en tercera, pero sigue siendo la leche. Hace mucho calor, y no podemos usar el ventilador porque durante algunas horas al día no tenemos electricidad. Aquí no hay carreteras, sólo caminos en la jungla, ni tampoco hay tendido eléctrico, todo funciona a base de generadores. Lo increíble es que hasta aquí también llega el inmenso poder de internet, y en caso de necesidad, el restaurante de al lado tiene wifi.

Pero íbamos a hablar de Melaka, donde estuvimos hace dos semanas y de donde nos dio tanta pena irnos.

Tuc tuc de día, con música incorporada...



... Y tuc tuc de noche con espectáculo de luces

Melaka huele a historia por los cuatro costados. Los escasos restos de su antigua muralla son testigos de batallas y otros acontecimientos protagonizados por sus habitantes, quienes padecieron continuas invasiones y colonizaciones. ¿Qué tendría esta ciudad para ser codiciada por portugueses, holandeses, ingleses y japoneses? Nos viene a la memoria una fotografía que había en el hotel de Cristina y que congeló la imagen de un grupo de soldados japoneses en bicicleta, invadiendo la ciudad durante la Segunda Guerra Mundial. Una instantánea divertida aunque en su momento no lo fuera tanto.






Hasta aquí también llegó San Francisco Javier. De hecho, sus restos estuvieron enterrados durante nueve meses antes de ser trasladados a Goa (India), donde descansan en la actualidad. Es como si el azar nos hubiera hecho seguir algunos pasos de este infatigable y admirado misionero, que en el siglo dieciséis y con los escasos medios de la época, partió desde Lisboa hacia todo un mundo nuevo y absolutamente desconocido. Su valentía no hace sino despertar nuestra admiración. Nos hubiera gustado llegar hasta donde llegó él y aún más allá, pero sin duda son metas demasiado elevadas...sobre todo porque nuestro periplo está tocando a su fin. Una escultura en lo alto de Saint Paul Hill le rinde homenaje.

Porta de Santiago

En esta colina también se encuentran los muros desnudos de una antigua iglesia y un faro. A su alrededor, se agolpan simpáticos vendedores de souvenirs con ganas de conversar con los extranjeros que pasan por allí. Uno de ellos nos comentaba lo que había crecido la ciudad y que ya nadie puede bañarse en el mar que toca esta costa, porque se encuentra totalmente contaminado. Entre risas, nos decía que lo único que se pesca en el río Melaka es ropa interior, aunque se están haciendo grandes esfuerzos para su regeneración.



Iglesia de San Francisco Javier


A lo largo del río y flanqueado por viejas casas pintadas de colores, algunas decoradas con impresionantes grafitis, hay un agradable paseo que lleva hasta una aldea de casas de madera llamada Kampung Mortem. Aquí se encuentra el museo privado Villa Sentosa. Es una casa tradicional malaya cuya dueña, una señora encantadora, te hace una visita guiada. Fátima, que así se llama la mujer, a pesar de su edad y sus achaques, nos enseñó cada una de las estancias, así como fotos de su familia y objetos antiguos de colección, sentados en el sofá de su salita de estar. Lo hace desde mucho tiempo atrás con cada turista que se acerca por allí, a cambio de lo que voluntariamente quieran darle.

Villa Sentosa



Graffitis en las fachadas de las casas



Paseo en la ribera del río Melaka


Una de las razones por las que nos costó tanto irnos de Melaka fue que casi hicimos de la guest house en la que nos alojábamos nuestra casa. Por primera vez en todo el viaje teníamos una cocina perfectamente equipada a nuestra disposición y vaya sí hicimos uso de ella. En la primera ocasión nos fuimos al mercado del pueblo, y compramos todos los ingredientes necesarios para hacer un par de tortillas de patata y una ensalada mixta, que compartimos con nuestros anfitriones. Nos supo a gloria y nos sacó de la monotonía de los noodles y el arroz. También fuimos al cine por primera vez en nueve meses, a un megacentro comercial de esos que tanto les gustan en Malasia, a ver, eso sí, un bodrio de película. Menos mal que sólo nos costó once ringgits (dos euros y medio por barba).

Haciendo amigos en el centro comercial...


Melaka es una ciudad llena de vida, sobre todo el fin de semana, en el que su población se multiplica, ya que es cuando tiene lugar su famoso mercado nocturno. Cierran al tráfico la Jonker Street y aparecen decenas de puestos de venta de comida y toda clase de objetos. ¡Qué difícil es no caer en la tentación de comprar algo!




Mercado del fin de semana


Por cierto que una noche cuando volvíamos a la guest house, vimos caminando por un desagüe (están descubiertos), una especie de lagarto de grandes dimensiones que nos recordó mucho a uno que meses atrás nos diera un buen susto en Ayutthaya. Preguntamos en la guest house y nos dijeron que hay un montón de ellos en el río y sus inmediaciones. Son los lagartos monitor, totalmente inofensivos.
Muchos visitantes dedican a Melaka un día de excursión organizada desde Kuala Lumpur. Sin embargo si se tiene oportunidad vale la pena quedarse unos días y saborearlo. Sin duda lo merece, por su historia, su mestizaje, su gastronomía (¡Se nos ha olvidado hablar de la cocina nionya!)... Allí pasamos muy buenos ratos acompañados de gente maravillosa. ¿Qué más se puede pedir?

sábado, 9 de junio de 2012

Kuala Lumpur (KL)


Esta entrada comienza en el aeropuerto de Bali. Coger el vuelo más barato implica muchas veces salidas muy tempranas por la mañana, así que de nuevo decidimos pasar la noche en el aeropuerto. Pero esta vez ni siquiera había donde sentarse, por lo que tocó aposentar nuestro trasero en el suelo y esperar a que la noche pasase cuanto antes. Sin embargo, se nos hizo eterna. Dos horas antes del embarque pasamos por el control de seguridad y por inmigración. ¡Sorpresa! Tuvimos que pagar veinte dólares cada uno en concepto de alguna tasa, que no llegamos a saber muy bien de qué se trataba. Con la mente demasiado espesa y una funcionaria bastante borde, lo único que nos quedó por hacer fue pagar. Menos mal que tenemos algunos dólares reservados para eventualidades como ésta. 

 

En poco más de tres horas estábamos en el aeropuerto de Kuala Lumpur. Desde el aire, poco antes de aterrizar lo único que se veía eran vastas extensiones de cultivo de palma de aceite salpicadas de pequeñas poblaciones.

Ya estamos en Malasia. El visado es de tres meses y no tuvimos que pagar por él ni un sólo ringgit, que, por cierto, es la moneda oficial del país. Caminando unos metros por el aeropuerto nos encontramos la Oficina de Turismo, donde nos dieron un par de buenos mapas y nos explicaron qué autobús nos llevaba hasta la ciudad, situada a setenta y cinco kilómetros. En una hora estábamos en KL Sentral, una estación gigante de la que parten trenes y autobuses a cualquier punto de la ciudad. Cogimos un tren que nos llevó a Chinatown, que es donde están la mayor parte de hoteles económicos. Y en menos de nada, ya estábamos instalados. Hay que decir que el alojamiento, comparando calidad y precio, es peor que en otros lugares que hemos visitado.

Nos lanzamos a explorar la capital de Malasia que ha sabido mantener un buen equilibrio entre lo antiguo y lo moderno. Ésto se refleja en la arquitectura de sus edificios y hace que sea una ciudad muy fotogénica. Aunque, dicho sea de paso, hay obras de construcción por todas partes.

 





Visitamos las Torres Petronas, que entre 1998 y 2003 fueron el edificio más alto del mundo y que reciben su nombre de la Compañía de Petróleo y Gas de Malasia. Nuestra intención era ver el atardecer, pero una repentina tormenta nos chafó los planes, aunque nos ofreció un espectáculo de rayos cayendo sobre la ciudad. 


KL es muy cómoda y sencilla de visitar. El viajero comprobará que sus habitantes son gente tremendamente amigable y siempre dispuesta a ayudar. Todas las atracciones turísticas son accesibles en transporte público, muy barato, cómodo y rápido. Nos llamó la atención, que en los trenes hay vagones únicamente para mujeres.
Así que en la semana que pasamos aquí, dimos una vuelta por la Plaza Merdeka o Plaza de la Independencia. Paseamos por varios parques, como el Jardín Botánico de Perdana o el parque que rodea al Lago Titiwangsa. En este lugar, el skyline de Kuala Lumpur se ve reflejado en su superficie. Además ese día había un concurso de pesca y los locales que participaban en él eran bastante cachondos y alguna que otra risa echamos. 


Nos acercamos a Little India, llena de tiendas de saris y música de Bollywood a todo volumen. Vimos el antiguo Palacio Real, Istana Negara, aunque no nos pareció que valía mucho la pena. Nos fuimos de compras al distrito de Bukit Bintang, donde había tantos centros comerciales y tan grandes como no habíamos visto hasta el momento. En uno de ellos, dedicado únicamente a tecnología, pudimos observar la fiebre consumista en su máxima expresión. Literalmente no se podía ni caminar.


En Chow Kit vimos la otra cara de KL: calles llenas de basura, edificios a punto de caer y mucha gente tirada en la calle. 


Como estábamos alojados en Chinatown, por las noches solíamos dar una vuelta por Petaling Street, llena de restaurantes en los cuales locales y turistas disfrutan por igual la comida. El Mercado Central, situado por esta zona, se convirtió en una referencia gastronómica para nosotros. Y seamos sinceros, un menú completo en el McDonald's por euro y medio, nos sacó de la monotonía de los noodles y del arroz.



 

Y así se han pasado los días en Kuala Lumpur, una ciudad moderna y en la que todo es fácil. Aquí viven en armonía, asiáticos de muy diversos países, tales como China, Pakistan, India etc...y  también occidentales. Cada cual con su religión y su cultura, lo que hace que la visita sea muy enriquecedora. Definitivamente KL nos ha gustado.