Seguimos haciendo
memoria:
En la estación de
autobuses de Melaka compramos el billete para ir a Tapah, no sin
antes preguntar a la señora de la taquilla si desde allí, tendríamos
algún medio de transporte que nos llevara a las Cameron Highlands.
Recordamos que no era muy simpática, pero nos aseguró que había un
montón de autobuses. Así que a la mañana siguiente partimos hacia
Tapah. El viaje de cuatro horas se convirtió en cinco y media y
llegamos a nuestro destino a las tres de la tarde. Tuvimos suerte
porque el último autobús a las Cameron Highlands salía más o
menos sobre las cuatro y media (¡menos mal que había muchos!...).
Otras dos horas de carretera de montaña nos esperaban. Nuevamente,
una de esas estrecha y plagada de curvas, con tremendos
desprendimientos, pero con un paisaje sobrecogedor. Por la carretera
nos fuimos encontrando pequeños poblados y un montón de niños de
uniforme, que del colegio con una mochila más grande que ellos, iban
camino a casa. También nos topamos con un camión volcado que
afortunadamente y pese a la estrechez de los carriles, nos permitió
continuar la marcha.
Cuando llegamos a Tanah
Rata era bastante tarde y estábamos cansados. Sin embargo había que
ponerse cuanto antes a buscar alojamiento. Encontramos un buen lugar
y allí nos quedamos. Nada más bajarnos del autobús, como empezaba
a caer la tarde, ya notamos que hacía un fresquito muy agradable.
Cuando de noche salimos a cenar, nos tuvimos que poner el forro
polar, ¡qué frío! Pero ¡qué gusto!
Desayunando en la terraza de la guest house |
En Tanah Rata el plan
consiste en hacer algún trekking por la jungla y visitar las
plantaciones de té. En el pueblo hay numerosas agencias que te
ofrecen tours y combinan ambas actividades. Cogimos uno de medio día
y no nos arrepentimos, porque resultó ser muy interesante, sobre
todo por las explicaciones que nos iba dando el guía sobre las
diferentes clases de té, la formación de uno de los bosques más
primitivos del planeta o las plantas que nos íbamos encontrando
(canela, citronela, la hoja con la que se elabora el bálsamo de
tigre, las que se utilizan como anticoagulantes...) Vimos
plantaciones de té, después ascendimos en jeep hasta el Gunung
Brinchang (2031m), hicimos un pequeño trekking por el “Mossy
Forest” y para terminar, una divertida visita a una granja de
insectos y mariposas.
Una mariposa enorme que simula ser... |
Insecto hoja |
Esa misma tarde conocimos
a Jason, un malayo de origen chino, con el que llegamos a un acuerdo
para hacer al día siguiente una caminata por la jungla durante cinco
horas, que incluía subir a un pico denominado Gunug Jasar (1696m).
Aprendimos cosas curiosas como que las hojas de tonos rojos o rosados
son los brotes más jóvenes, vimos pequeñas orquídeas salvajes,
plantas carnívoras, pimienta, ratán, etc... Cabe la posibilidad de
hacerlo por tu cuenta, aunque no lo recomiendan porque los caminos
no están señalizados y continuamente están cambiando. Por ejemplo,
nuestra ruta estaba cortada por un desprendimiento y el guía nos
metió por un río para continuar monte a través, hasta encontrar
el sendero que nos llevaría de vuelta al pueblo.
Planta insectívora |
Por la tarde, en la guest
house, nos tomamos con Jason unas cervecitas para celebrar su
cumpleaños mientras debatíamos sobre lo divino y lo humano. Una
gran persona.
Otro día nos fuimos
caminando una hora hasta una plantación de té. Qué paisaje tan
increíble. Es como una alfombra con diferentes tonalidades de verde
en la que dan ganas de tirarse. Dicen que en la India son todavía
más impresionantes, pero nosotros nos las perdimos. En estas
plantaciones trabajan gentes procedentes de muchos lugares de Asia.
El dueño de la finca les ofrece alojamiento gratuito en unos
barracones que hay al lado de la plantación y con lo que ganan, unos
mil ringgits (doscientos cincuenta euros al mes aproximadamente), se
mantienen ellos y el resto lo mandan a su familia, en la India,
Bangladesh, Indonesia...
En la guest house en la
que nos alojábamos compramos el billete para ir a las islas
Perhentian que incluía autobús y ferry. Tardamos unas cuatro horas
y media para llegar a Kuala Besut, lugar del que parten los barcos.
Las dos primeras horas transcurrieron por una especie de autopista
fantasma en la que se pueden contar con los dedos de una mano los
coches con los que nos fuimos encontrando y en un estado de abandono
propio de una película de terror en la carretera. Para rematarlo el
paisaje era absolutamente desolador. Máquinas excavadoras
destrozando cada centímetro de selva para transformarlo en terreno
apto para el cultivo. Las plantaciones de palma de aceite son una
auténtica plaga.
Cuando llegamos cerca del
embarcadero, a una especie de agencia de viajes, nos hicieron
rellenar nuestros datos y trataron de vendernos un alojamiento en la
isla, alegando que era muy complicado buscar allí, que era temporada
alta y podíamos tener problemas, ya que casi todo estaba ocupado.
Nos decían que el que nosotros habíamos elegido, uno de los más
económicos, estaba lleno. Pero nos olió a timo y no les hicimos
caso. Preferimos arriesgarnos y nos salió bien, después de todo, el
Sr. Smith (que no el de Matrix, sino el encargado del Eight Mentigi,
nuestro alojamiento en Tanah Rata) nos había aconsejado que
buscáramos directamente al llegar a la isla. Para pagar más siempre
hay tiempo. Cuando llegamos al Mama´s, después de un viaje de
cuarenta minutos en un bote a velocidad supersónica, no había una,
ni dos habitaciones libres, sino unas cuantas más.
Aquí llevamos más de
una semana, y nos quedaríamos más, mucho más... si nos llegara el
dinero. Es que aquí no hay cajeros automáticos...