domingo, 24 de junio de 2012

Recuerdos de Malaca desde Pulau Perhentian Besar


Vamos haciendo memoria sentados en el porche de nuestro viejo y algo destartalado bungalow, desde donde podemos ver el mar, no en primera línea de playa, sino en tercera, pero sigue siendo la leche. Hace mucho calor, y no podemos usar el ventilador porque durante algunas horas al día no tenemos electricidad. Aquí no hay carreteras, sólo caminos en la jungla, ni tampoco hay tendido eléctrico, todo funciona a base de generadores. Lo increíble es que hasta aquí también llega el inmenso poder de internet, y en caso de necesidad, el restaurante de al lado tiene wifi.

Pero íbamos a hablar de Melaka, donde estuvimos hace dos semanas y de donde nos dio tanta pena irnos.

Tuc tuc de día, con música incorporada...



... Y tuc tuc de noche con espectáculo de luces

Melaka huele a historia por los cuatro costados. Los escasos restos de su antigua muralla son testigos de batallas y otros acontecimientos protagonizados por sus habitantes, quienes padecieron continuas invasiones y colonizaciones. ¿Qué tendría esta ciudad para ser codiciada por portugueses, holandeses, ingleses y japoneses? Nos viene a la memoria una fotografía que había en el hotel de Cristina y que congeló la imagen de un grupo de soldados japoneses en bicicleta, invadiendo la ciudad durante la Segunda Guerra Mundial. Una instantánea divertida aunque en su momento no lo fuera tanto.






Hasta aquí también llegó San Francisco Javier. De hecho, sus restos estuvieron enterrados durante nueve meses antes de ser trasladados a Goa (India), donde descansan en la actualidad. Es como si el azar nos hubiera hecho seguir algunos pasos de este infatigable y admirado misionero, que en el siglo dieciséis y con los escasos medios de la época, partió desde Lisboa hacia todo un mundo nuevo y absolutamente desconocido. Su valentía no hace sino despertar nuestra admiración. Nos hubiera gustado llegar hasta donde llegó él y aún más allá, pero sin duda son metas demasiado elevadas...sobre todo porque nuestro periplo está tocando a su fin. Una escultura en lo alto de Saint Paul Hill le rinde homenaje.

Porta de Santiago

En esta colina también se encuentran los muros desnudos de una antigua iglesia y un faro. A su alrededor, se agolpan simpáticos vendedores de souvenirs con ganas de conversar con los extranjeros que pasan por allí. Uno de ellos nos comentaba lo que había crecido la ciudad y que ya nadie puede bañarse en el mar que toca esta costa, porque se encuentra totalmente contaminado. Entre risas, nos decía que lo único que se pesca en el río Melaka es ropa interior, aunque se están haciendo grandes esfuerzos para su regeneración.



Iglesia de San Francisco Javier


A lo largo del río y flanqueado por viejas casas pintadas de colores, algunas decoradas con impresionantes grafitis, hay un agradable paseo que lleva hasta una aldea de casas de madera llamada Kampung Mortem. Aquí se encuentra el museo privado Villa Sentosa. Es una casa tradicional malaya cuya dueña, una señora encantadora, te hace una visita guiada. Fátima, que así se llama la mujer, a pesar de su edad y sus achaques, nos enseñó cada una de las estancias, así como fotos de su familia y objetos antiguos de colección, sentados en el sofá de su salita de estar. Lo hace desde mucho tiempo atrás con cada turista que se acerca por allí, a cambio de lo que voluntariamente quieran darle.

Villa Sentosa



Graffitis en las fachadas de las casas



Paseo en la ribera del río Melaka


Una de las razones por las que nos costó tanto irnos de Melaka fue que casi hicimos de la guest house en la que nos alojábamos nuestra casa. Por primera vez en todo el viaje teníamos una cocina perfectamente equipada a nuestra disposición y vaya sí hicimos uso de ella. En la primera ocasión nos fuimos al mercado del pueblo, y compramos todos los ingredientes necesarios para hacer un par de tortillas de patata y una ensalada mixta, que compartimos con nuestros anfitriones. Nos supo a gloria y nos sacó de la monotonía de los noodles y el arroz. También fuimos al cine por primera vez en nueve meses, a un megacentro comercial de esos que tanto les gustan en Malasia, a ver, eso sí, un bodrio de película. Menos mal que sólo nos costó once ringgits (dos euros y medio por barba).

Haciendo amigos en el centro comercial...


Melaka es una ciudad llena de vida, sobre todo el fin de semana, en el que su población se multiplica, ya que es cuando tiene lugar su famoso mercado nocturno. Cierran al tráfico la Jonker Street y aparecen decenas de puestos de venta de comida y toda clase de objetos. ¡Qué difícil es no caer en la tentación de comprar algo!




Mercado del fin de semana


Por cierto que una noche cuando volvíamos a la guest house, vimos caminando por un desagüe (están descubiertos), una especie de lagarto de grandes dimensiones que nos recordó mucho a uno que meses atrás nos diera un buen susto en Ayutthaya. Preguntamos en la guest house y nos dijeron que hay un montón de ellos en el río y sus inmediaciones. Son los lagartos monitor, totalmente inofensivos.
Muchos visitantes dedican a Melaka un día de excursión organizada desde Kuala Lumpur. Sin embargo si se tiene oportunidad vale la pena quedarse unos días y saborearlo. Sin duda lo merece, por su historia, su mestizaje, su gastronomía (¡Se nos ha olvidado hablar de la cocina nionya!)... Allí pasamos muy buenos ratos acompañados de gente maravillosa. ¿Qué más se puede pedir?

1 comentario:

Xabier Mendizabal dijo...

Bonita descripción, Silvia. Ya te he comentado alguna vez que me gusta el estilo descriptivo-fotográfico que les imprimes a vuestras vivencias.
Un lugar este que sin duda parece haberos marcado, con su mercado nocturno, su visita guiada a ese museo privado, en ese momento entrañable, en el cual la señora que os guía os enseña su vida en imágenes. Esos momentos no tienen precio, son de un valor humano incalculable, íntimo y que cohesiona y une a las personas, por muy distintas que estas sean.
Ese lagarto seguro que salió a saludarle a Jon. Un bicharraco saludando a un congénere de su misma especie (jeje).
Pues nada, a seguir conociendo gentes, lugares y mundos dentro de nuestro propio mundo. Unos mundos muy distantes pero cercanos al mismo tiempo, donde las personas y los colores enriquecen aún si cabe más este extraordinario viaje que estais haciendo.
Ya llegó el verano, ya llegó el calor. Ya llegó la estación que marcará el final de vuestro periplo, vuestro grandioso viaje que sin duda alguna os dejará una profunda e imborrable huella.
Aprovechad lo mucho que aún o s queda, y sabed que aquí os estaremos esperando los que con entusiasmo hemos sido partícipes, de una manera u otra de esta gran aventura humana.
Ondo segi, eta agur bero bat.

Xabi Mendizabal.