En Amed nos intentaron
convencer para alquilar un transporte privado hasta Lovina, pueblo
situado en el norte de Bali. Jemeluk, que es el lugar en concreto
donde nos alojábamos es muy pequeño y el trato con los lugareños,
muy estrecho. Enseguida nos pararon por la calle para hacernos las
típicas preguntas. Así que en un par de días ya estábamos
fichados. En cuanto se enteraron de que nos íbamos, nos empezaron a
ofrecer todo tipo de transporte. Pero nosotros teníamos claro que
esta vez lo intentaríamos hacer en bemo. El dueño del warung donde
comíamos y cenábamos todos los días nos había dicho, que desde una
población cercana, podíamos coger un autobús hasta Lovina. Así que
no hubo más que hablar. El día de nuestra partida, nos levantamos
temprano y a las siete de la mañana ya estábamos en la carretera
esperando a que pasara un bemo que nos llevara hasta Culik. El
primero pasó tres cuartos de hora más tarde. Durante ese tiempo se
produjo un accidente de moto delante nuestro. Afortunadamente los dos
chavales de la moto sólo tenían algunas magulladuras. Lo que nos
pareció increíble, fue que los implicados en el accidente hablaron
tranquilamente unos minutos, sin un enfado, ni una palabra más alta
que otra y se fueron cada uno por su lado.
Cuando llegamos a Culik
un señor de bastante edad, muy amablemente, nos indicó dónde paraba
el autobús. Nos sentamos en las escaleras de una tienda y al rato,
apareció por allí una furgoneta. El mismo señor que nos había
dicho dónde esperar, nos dijo entonces que no había autobús, y
que podíamos ir en esa furgoneta por 40000 rp cada uno. Entonces
comprendimos que era uno de tantos que se lleva comisión por
encontrar clientes. Intentamos negociar un precio mejor, pero no
conseguimos nada. El hombre insistía en que no había autobús y
nosotros más cabezones y chulos que él, le dijimos que
esperaríamos, que no teníamos prisa. Pero claro, una cosa es no
tener prisa y otra es ver pasar el tiempo y que por allí no
aparezca autobús, ni nada que se le parezca. Así que empezaron las
discrepancias, Jon quería seguir esperando al autobús y Silvia se
inclinaba por coger cualquier otro transporte que les llevara hasta Lovina, en lugar de esperar al supuesto autobús. Como donde manda
patrón, no manda marinero, ja, ja... cogimos la siguiente furgoneta
que nos ofrecieron. Tardamos unas dos horas y media en llegar a
Lovina, concretamente a un lugar llamado Kalibukbuk, en lugar de las
cuatro que nos habían dicho que se tardaba en bemo. La historia es
que no quieren o no entienden que los extranjeros se muevan en
este tipo de transporte local y te cuentan que paran mucho, que es
muy lento, etc...
Ni siquiera nos habíamos
bajado del bemo en Lovina, cuando abordó la furgoneta un hombre para
preguntarnos si teníamos alojamiento. Fue el comienzo del “acoso”,
que no terminó hasta que nos marchamos de allí. Ahora mismo, es
temporada baja y no hay demasiados turistas. Además, según nos han
contado, a ellos también les está afectando la crisis, ya que
notan que no viene tanta gente de Europa. El caso es que fue bajarnos
del bemo y empezarnos a ofrecer hoteles, taxi, snorkelling, salir a
ver los delfines, buceo y no sé cuantas cosas más...hasta el punto
de llegar a perseguirnos con la moto mientras buscábamos hotel.
Finalmente, encontramos un
lugar muy agradable, con sus jardines, fuentes y templos de estilo
balinés, a tan sólo unos minutos de la playa y por un precio
verdaderamente barato. Los del hotel también nos ofrecían todos los
días sus excursiones, pero enseguida vieron que no nos interesaba
demasiado.
En cuanto a Lovina, su
principal atractivo son las salidas en barco al amanecer para ver los
delfines, además de la playa, las compras y la gastronomía.
Respecto a ésto último, encontramos un warung y nos hicimos
clientes habituales. La dueña nos daba la bienvenida en francés
(aquí todo el mundo nos confunde con franceses) hasta que la sacamos
de su error. Inolvidable, el atún, el marlín...los zumos
naturales...En fín, que la comida nos pierde... Nosotros elegimos
venir aquí como base para hacer salidas al interior de la isla.
Esta vez, pensando que las distancias iban a ser bastante largas,
optamos por alquilar dos días un coche, un Suzuki Jimny bastante
viejo, pero al que Jon no tardó mucho tiempo en cogerle el truco. La
señora del alquiler tenía un supermercado y una agencia de viajes,
además de lavandería y se empeñaba, cada vez que íbamos, en que le
comprarámos de todo, argumentando que había muy pocos turistas y que
ella tenía que pagar su casa, que le había costado no sabemos cuántos millones de
rupias...La verdad es que estamos un poco cansados de que piensen que
nos cae el dinero del cielo. Nosotros somos los primeros en admitir
que tenemos mucha suerte de poder hacer este viaje, algo que la mayoría de ellos, probablemente, no podrá permitirse en su vida. Sin embargo eso no
significa que podamos estar gastando dinero como si fuéramos
millonarios, que es lo que pretenden que hagamos. Muy al contrario,
vivimos de forma muy modesta, con muchas menos comodidades de las que
tendríamos en nuestro país, pero disfrutando al máximo y
valorando mucho más todo.
Y dicho ésto, prosigamos... Nos
adentramos en el interior de Bali y el paisaje se tornó montañoso,
con pueblos en lo alto de los riscos, lleno de frondosos bosques y
arrozales en escalera, lagos y, cómo no, volcanes. Paramos en las
cataratas de Gitgit, en el Pura Ulun Danau Bratán y en los lagos
Buyan y Tamblingan, en el pueblo de Munduk, las termas de Banjar y
admiramos las vistas del Gunung Batur desde Penelokan. Las distancias
no son demasiado grandes, sin embargo las carreteras son estrechas y
llenas de curvas, por lo que se tarda bastante en llegar a la mayoría
de estos lugares, sobre todo la que va desde Munduk hasta Seririt es
tremendamente empinada y sinuosa. Aunque no entran dos coches, los
balineses no reducen demasiado la velocidad, así que en más de una
ocasión tuvimos que salirnos a la cuneta.
Otro día fuimos a Singaraja, que es la segunda ciudad más importante después de Denpasar. El bemo nos dejó en el mercado tradicional y de allí nos dirigimos a buscar la oficina de información y turismo que según nuestra guía no quedaba demasiado lejos. No será por la amabilidad de la gente de la ciudad, que nos intentaron ayudar en todo momento, pero el caso es que no la encontramos y sospechamos que ya no existe. Así que dimos una vuelta por el mercado, bastante desvencijado y sucio y de allí a un templo chino Tri Dharma (taoísmo, confucionismo y budismo).
Andábamos nosotros buscando el Old Harbour, pero no dábamos con el lugar, así que íbamos preguntando, hasta que llegamos a un Carrefour y nos metimos a refrescarnos un rato con el aire acondicionado. Unos metros más adelante, cansados de andar con el calor que hacía, y viendo que nos estábamos alejando demasiado, volvimos a preguntar a un chaval. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que había habido una confusión entre "Carrefour" y "Old Harbour" y nos estaban indicando todo el rato el camino hacia el famoso supermercado. (Debe ser porque los guiris siempre andamos buscando los supermercados).
¿Cuánta gente nos había
dicho, “si vais a Bali, no vayáis a Kuta”? Y otras frases como
“Kuta es horrible”. Que ¿qué nos indujo a ir? Lo cierto es que
pensamos que podíamos pasar los ultimos días de estancia en un
lugar cercano al aeropuerto y disfrutar de la playita sin mucho más
que hacer.
Playa de Kuta |
Playa de Kuta |
Al siguiente día de
llegar, ya estábamos pensando en marcharnos. Demasiado cemento y demasiado negocio para nuestro gusto. Un lugar creado por y para gastar dinero. Sin embargo, vamos a intentar no ser demasiado severos, porque cada sitio tiene su público y sin duda,
Kuta es donde más turistas hemos visto de todo Bali. Es un lugar
ideal para practicar y aprender a hacer surf, con multitud de
escuelas a lo largo de toda la playa y olas para aburrirte. Después
de la playa, la oferta de restaurantes, tiendas, pubs y discotecas es
abrumadora. Y qué decir de los inmensos centros comerciales... Fue
como si de repente descubriéramos un Bali que nada tenía que ver
con el que habíamos recorrido durante tres semanas.
Un día alquilamos una
moto y nos fuimos a la península de Bukit, para escapar un poco de
todo ese barullo. Nos volvimos locos para encontrar el
camino. El tráfico es caótico. Motos y coches aparecen en
cualquier dirección, a veces circulando en sentido contrario, por lo
que hay que conducir siempre a la defensiva. Es básicamente lo que
hacen ellos, que salen de un cruce esperando que el que viene de
atrás les esquive, y pitan en cada curva para que los que pudieran
venir en sentido contrario se percaten de su presencia.
Así llegamos al Pura
Luhur Uluwatu. Este templo está situado en lo alto de un acantilado
y el entorno es de esos que te dejan sin habla. Te asomas a uno de
esos enormes acantilados, con el sonido de las olas que rompen con
fuerza contra las rocas y te parece que el mundo es tuyo.
En lo más alto del acantilado, el Pura Luhur Uluwatu |
Desde allí nos fuimos a
la playa de Uluwatu, conocida por ser una de las mejores del mundo para
practicar el surf. Hace veinticinco años allí no había nada, tal y
como vimos en una foto que nos mostró un lugareño en su tienda. Y ahora,
colgados de los acantilados hay bares, restaurantes y hoteles. En
algunos de ellos se pagan hasta cuatro millones de rupias por noche.
Desde cualquiera de esas terrazas puedes quedarte horas contemplando
el paisaje y admirando la pericia de los que se atreven con esas
olas. Nosotros nos metimos en una sombra donde estaban los
socorristas y allí estuvimos un buen rato charlando con ellos.
Uluwatu |
Y terminamos la excursión
en una preciosa cala llamada Padang Padang. De vuelta a Kuta nos
vimos inmersos en un tremendo atasco y al llegar, con gran alivio devolvimos la
moto en la tienda de alquiler.
Padang Padang |
Hace años tuvimos un sueño, y una
amiga que lo conocía, nos regaló una guía de Bali y Lombok.
Después de más de siete meses viajando por Asia, llegó el momento
de volar hacia esta isla de Indonesia tan evocadora y a la que mañana diremos adiós. No te cansas de
viajar, sin embargo, quizás llega un momento en que pocos sitios
consiguen sorprenderte. También puede ser que al haber idealizado un
lugar, la realidad no resulte tal como esperabas. No podemos decir
que Bali no nos haya gustado, porque no sería cierto. Lugares como
Amed y Ubud nos han cautivado, sobre todo el primero. ¿Y qué lo
hace diferente? Fundamentalmente, la calidez y la autenticidad de la gente que allí
vive. A veces nos preguntamos si el hecho de que un determinado lugar
se abra de forma masiva al turismo, más que traer riqueza, (algo que es indudable,
aunque más cuestionable es, si esa riqueza se reparte
equitativamente) no hace sino, a largo plazo, destrozar el medio
ambiente y pervertir el carácter de las personas.
Con estas reflexiones y alguna otra que se queda en el tintero, nos despedimos de Bali. El 29 de mayo se nos acaba el visado de Indonesia y nos vamos a Kuala Lumpur (Malasia), a ver qué tal se nos da...