viernes, 11 de mayo de 2012

Indonesia: Bali, la tierra soñada

Nuestra última noche en Tailandia la pasamos en el aeropuerto de Phuket. Teníamos el vuelo a las seis y media de la mañana y como hay que estar dos horas antes de la salida, no nos merecía la pena pagar una noche de hotel. Así que nos convertimos en esa bonita estampa que de vez en cuando aparece en la televisión cuando emiten imágenes de aeropuerto: viajeros medios dormidos encima de sus mochilas. Sólo que nosotros no pegamos ojo. Lo mejor es que en tres horas y media estábamos en Bali.

Desde que comenzamos el viaje es la primera vez que no hemos planeado nada de lo que vamos a hacer en este país. En el resto, si bien tomábamos decisiones sobre la marcha, también es verdad que sabíamos más o menos qué lugares visitar. Indonesia hasta el momento está siendo pura improvisación. Incluso la entrada en el país nos inquietaba un poco ya que en la página oficial del Gobierno de Indonesia aparece como uno de los requisitos para que ten el visado, tener el vuelo de salida del país. Nosotros decidimos no comprarlo y arriesgarnos a lo que pudiera suceder a nuestra llegada. Sabíamos por otros viajeros que a ellos tampoco se lo habían pedido, pero como en este país todo es un poco arbitrario...Finalmente no tuvimos ningún problema, pagamos los veinticinco dólares de rigor y ya teníamos un sello más para la colección.

Al menos teníamos claro que el primer lugar al que iríamos sería Sanur. El siguiente paso fue sacar un par de millones de rupias indonesias (aunque parezca mucho, son ciento setenta euros) y coger un taxi de los que tienen tarifa fija (nos costó ocho euros). Desde el coche tuvimos el primer contacto con la isla: mucho tráfico, carreteras estrechas y carteles escritos con idéntica grafía a la nuestra. Más adelante descubriríamos que fonéticamente también es muy parecido al castellano, lo que facilita mucho las cosas.

En Sanur nos costó encontrar alojamiento económico. De hecho, no lo encontramos. Tras mucho mirar en la zona en la que nos dejó el taxista, (no sabíamos muy bien dónde estábamos), nos quedamos en un homestay (piscina y desayuno incluído) de estilo balinés. 


Sanur tiene una bonita playa, con un arrecife a unos cuantos metros de la costa donde rompen las olas. Paralelo a la playa discurre un paseo salpicado de hoteles con mucho encanto y restaurantes. Este pueblo no está mal pero salimos un poco desencantados. Caminando hasta el pueblo nos metimos en un warung, que es una especie de pequeño restaurante familiar y tuvimos uno de esos momentos tan especiales, conversando con la dueña del mismo, un ejemplo de la afabilidad del pueblo balinés. 


En Sanur decidimos varias cosas. La primera fue que nuestro siguiente destino sería Ubud, situado en el interior .Y la segunda, que después abandonaríamos Bali, para hacer una escapada a la isla de Lombok. También estuvimos pensando la posibilidad de intentar extender el visado otros treinta días más, ya que haciendo planes, de repente empezamos a sentir que el tiempo se nos iba a quedar corto. Pero finalmente decidimos dejar el tema en el aire hasta nuestro regreso a Bali. 

Interior de una bemo

Para ir a Ubud, primero cogimos un “bemo”, transporte totalmente nuevo para nosotros. Se trata de una pequeña furgoneta, normalmente bastante destartalada, que suele ir petadísima (hemos llegado a ver a tres personas montadas en el techo) y en la que el precio, cómo no, está sujeto a negociación. También cogimos un autobús de una famosa compañía privada que opera en Indonesia y en una hora estábamos en la llamada capital cultural de la isla.

Ofrendas


 

Calles de Ubud


Fue en Ubud donde sentimos por primera vez que estábamos en Bali o al menos en la idea que nosotros teníamos de la isla. La ciudad está rodeada de refrescantes arrozales, hay templos y galerías de arte por doquier y huele a incienso y al aroma de las flores de frangipani. Muchos de sus habitantes visten el elegante traje tradicional balinés. Las aceras están llenas de pequeñas ofrendas y las casas mantienen un estilo arquitectónico particular que no habíamos visto en ningún otro lugar. Armonía y elegancia serían las dos palabras para definirla. 

 



Recogiendo el grano.


 

Nuestro alojamiento era muy sencillo pero tan típico que nos sentimos como si formáramos parte de este lugar. La familia que lo regentaba se moría porque hiciéramos algún tour con ellos desde el primer día que llegamos, cosa que evidentemente no hicimos. Por nuestra cuenta dimos un paseo por los arrozales. Visitamos el Monkey Temple. También fuimos caminando hasta Goa Gajah donde probamos el agua que da suerte y comprobamos que desde luego aquí nadie piensa en los peatones, ya que las aceras brillan por su ausencia y cuando las hay, tienes que tener más cuidado que si vas por la carretera, porque están llenas de socavones. Desde Goa Gajah cogimos un bemo hasta el Yeh Pulu y cuando llegamos ,el conductor nos dijo que luego tendríamos que volver caminando porque las bemos no se acercaban por allí. Así que ¿piernas para qué os quiero? Y así, entre caminatas, gastronomía y un poco de shopping se pasaron cuatro noches.

Goa Gajah


Monkey Forest

De Ubud nos fuimos a Padangbai, lugar de donde salen los ferrys del gobierno para Lombok. Sólo pasamos una noche en este pequeño pueblo, pero la verdad no nos quedó muy buen sabor de boca por culpa del acoso de los de las agencias que no nos dejaban en paz cada vez que salíamos a la calle. Nos recordó un poco a la India. Además la mañana que teníamos que coger el ferry para Lombok, se suponía que nos tenían que venír a recoger para llevarnos al muelle. Cuando apenas quedaban diez minutos para la salida del barco, aparecieron los de la agencia en moto y nos dijeron que les siguiéramos. Así se pudo ver en Padangbai a un par de mochileros corriendo tras una moto a la que a los tres segundos, como no podía ser de otra manera, perdieron de vista. Menos mal que el muelle estaba cerca...

Padangbai

2 comentarios:

Xabier Mendizabal dijo...

La improvisación muchas veces sale mejor que los planes mil y una veces preparados.
¡Dos millones de rupias Balinesas! Menuda fortuna, aunque 170 euros aquí dan para bien poco, aunque me imagino que allí daran bastante más de sí.
Veo que allí por donde pisais el regateo es el pan nuestro de cada día. Vais a venir tan acostumbrados a regatear, que cuando vayais a vuestro barrio a comprar el pan os veo discutiendo el precio con el panadero de turno. Lo que más me llama la atención es que país en el que entrais, canon de entrada al canto. A ver si vamos aprendiendo por aquí, y dejamos de hacer el primo. Cada vez que pasais una frontera, tocateja y tentetieso. Si al menos ese dinero revirtiera en el pueblo, vale; pero a saber en qué bolsillos acaba. Vamos, que como sigais así, la mitad del presupuesto de vuestro viaje se os va a ir en visados. Lo de dormir apoyados en las mochilas es la típica estampa del viajero que improvisa, del que vive la salsilla de la incertidumbre, uno de los buenos ingredientes de este tipo de viajes, donde uno es su propio guía y sus pasos los marca su propio destino aventurero. Para mí, sin duda alguna, la mejor manera de viajar.
Son ya ¡Ocho meses! desde aquel lejano septiembre en el que un avión remontaba el vuelo hacia vuestro sueño, hacia vuestra libertad, hacia la plenitud del que porta lo que necesita en su mochila y es capaz de vivir mucho tiempo solo con ella y su preciosa carga. Cuando esteis de nuevo aquí, seguro que la mayoría de cosas que teneis en casa os parecerá que son precindibles. Un viaje de semejante magnitud es el mejor maestro de humildad, y la mejor cura para el que se cree el centro del "mundo civilizado". Me consta que vosotros no vivís en esas creencias, simplemente buscais vuestro destino y darle un sentido a esta complicada vida que nos ha tocado vivir. Disfrutad de Bali, de Indonesia y de todos esos miles de kilómetros que jalonan vuestra odisea personal.
Besarkada aundi bat biontzat.

Xabi Mendizabal.

Camila dijo...

Es cierto que se nota que hay una crisis en Europa porque no hay tantos turistas de la región por todos lados como había antes. Ahora es el tiempo de Sudamérica. Mucha gente viaja, los pasajes a Europa están cada vez más baratos, y además se pueden pagar en la moneda local, lo que ayudó mucho a ciertos países como Argentina. Es el tiempo de ver a los latinos en Europa!